Éstas son algunas de las poesías que han llamdo mi atención por su contenido artístico y filosófico y que por lo mismo he considerado pertinente desplegar para agrado y meditación de los que, como yo gusten de este género....... 5prueba

POESÍAS:

ÍNDICE

A I  
A GLORIA .Salvador Díaz Mirón INACCESIBLELE. Amado Nervo  
A MARÍA LA DEL CIELO. Antonio Plaza    
ANTE_UN_CADAVER . Manuel Acuña    
ASONANCIAS . Salvador Díaz Mirón J  
A BACO. Antonio Plaza JUSTICIA. Salvador Díaz Mirón  
     
     
C L  
COBARDIA . Amado Nervo. LA CAÍDA DE LAS HOJAS. Fernando Celada  
COBARDE . Marcos Rafael Blanco Belmonte LA VIDA . Antonio Plaza  
CONCIENCIA. Sergio Andrés Schiavini LA VIDA ES SUEÑO . Pedro Calderón de La Barca  
LA VOZ DEL INVÁLIDO . Antonio Plaza  
CRÁPULA .Antonio Plaza. LIBERACIÓN. ¿¿¿...???  
CULTIVO UNA ROSA BLANCA. José Martí LOS MOTIVOS DEL LOBO. Rubén Darío  
D LOS PADRES Y LOS HIJOS F. P. de A.  
DESPECHO Antonio Plaza. LOS ZAPATICOS DE ROSA  
DOLCE FARNIENTE. Antonio Plaza    
DORMID TRANQUILOS. Baldomero Fernández M.    
DOS ENTIERROS. Antonio Plaza. M  
  MADRIGAL. Gutierre de Cetina  
  MANELIC. Antonio Médiz Bolio  
E MADRE NATURALEZA. Manuel Gutiérrez Nájera  
EL BRINDIS DEL BOHEMIO. Guillermo Aguirre y Fierro MIRADA RETROSPECTIVA  Guillermo Blest Gana  
EL CRISTO DE MI CABECERA. Rubén C. Navarro N  
EL GAVILÁN Y EL HOMBRE ? NO CLAUDIQUES. Rudyard Kipling  
EL MOCOSUELO ? O  
EN PAZ.Amado Nervo OJOS DE PINTOR. Tomás Uscanga Constantino.  
EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS P  
ÉSTE ERA UN REY. Juan de Dios Peza. PARA ENTONCESanuel Gutiérrez Nájera.  
EPIGRAMAS Ernesto Cardenal PAQUITO Salvador Díaz Mirón.  
EL AMOR William Schakespeare PAX ANIMAE. Manuel Gutiérrez Nájera.  
G POBRE DE MÍ. Antonio Plaza.  
GRATIA PLENA. Amado Nervo. PORQUÉ ME ALEJÉ DEL VICIO. Carlos Rivas Larraui  
  Q  
  QUÉ RAZÓN TENÍAS PAPÁ  
H R  
HAMLET (monólogo). Wiliam Shakespiare REDONDILLAS. Sor Juana Inés de la Cruz  
HIJO Rudyiard Kipling REÍR LLORANDO . Juan de Dios Peza  
  RENUNCIACIÓN. Amado Nervo.  
  RETO . Julio Flores  
     
  S  
  SI . Rudyard Kipling  
  SI TÚ ME DICES VEN. Amado Nervo  
  SUAVE PATRIA. Ramón López Velarde  
  SIN PERDÓN Y SIN RENCORES. M. B.Carrasco  
  SONETO A UNA NARIZ Francisco de Quevedo  
   
  V  
  VOLVERÁN LAS OBSCURAS GOLONDRINAS. G. A. B.  
     
     
     
     
     
     
     
     
     

 

LOS ZAPATICOS DE ROSA


a Mademoiselle Marie: José Martí

Hay sol bueno y mar de espuma,
Y arena fina, y Pilar
Quiere salir a estrenar
Su sombrerito de pluma.

-«¡Yaya la niña divina!»
Dice el padre, y le da un beso.
-«¡Vaya mi pájaro preso
A buscarme arena fina!»

-«Yo voy con mi niña hermosa»-
Le dijo la madre buena.
«¡No te manches en la arena
Los zapaticos de rosa!»

Fueron las dos al jardín
Por la calle del laurel:
La madre cogió un clavel
Y Pilar cogió un jazmín.

Ella va de todo juego,
Con aro, balde y paleta.
El balde es color violeta;
El aro es color de fuego.

Vienen a verlas pasar:
Nadie quiere verlas ir:
La madre se echa a reir,
Y un viejo se echa a llorar.

El aire fresco despeina
A Pilar, que viene y va
Muy oronda: «Dí, mamá:
¿Tú sabes qué cosa es reina?»

Y por si vuelven de noche
De la orilla de la mar,
Para la madre y Pilar
Manda luego el padre el coche.

Está la playa muy linda:
Todo el mundo está en la playa:
Lleva espejuelos el aya
De la francesa Florinda.

Está Alberto, el militar
Que salió en la procesión
Con tricornio y con bastón,
Echando un bote a la mar.

¡Y qué mala, Magdalena,
Con tantas cintas y lazos,
A la muñeca sin brazos
Enterrándola en la arena!

Conversan allá en las sillas,
Sentadas con los señores,
Las señoras, como flores,
Debajo de las sombrillas.

Pero está con estos modos
Tan serios, muy triste el mar:
¡Lo alegre es allá, al doblar,
En la barranca de todos!

Dicen que suenan las olas
Mejor allá en la barranca,
Y que la arena es muy blanca
Donde están las niñas solas.

Pilar corre a su mamá:
-«¡Mamá, yo voy a ser buena;
Déjame ir sola a la arena:
Allá, tú me ves, allá!»

-¡«Esta niña caprichosa!
No hay tarde que no me enojes:
Anda, pero no te mojes
Los zapaticos de rosa».

Le llega a los pies la espuma:
Gritan alegres las dos:
Y se va, diciendo adiós,
La del sombrero de pluma.

¡Se va allá, donde ¡muy lejos!
Las aguas son más salobres,
Donde se sientan los pobres,
Donde se sientan los viejos!

Se fue la niña a jugar,
La espuma blanca bajó,
Y pasó el tiempo, y pasó
Un águila por el mar.

Y cuando el Sol se ponía
Detrás de un monte dorado.
Un sombrerito callado
Por las arenas venía.

Trabajaba mucho, trabajaba
Para andar; ¿qué es lo que tiene
Pilar, que anda así, que viene
Con la cabecita baja?

Bien sabe la madre hermosa
Por qué le cuesta el andar;
-«¿Y los zapatos, Pilar,
Los zapaticos de rosa?

-«¡Ah, loca! ¿en dónde estarán?
¡Dí, dónde, Pilar!» -«Señora-
Dice una mujer que llora-,
¡Están conmigo; aquí están!»

-«Yo tengo una niña enferma
Que llora en el cuarto obscuro,
Y la traigo al aire puro
A ver el Sol, y a que duerma.

«Anoche soñó, soñó
Con el cielo, y oyó un canto:
Me dió miedo, me dió espanto,
Y la traje, y se durmió.

«Con sus dos brazos menudos
Estaba como abrazando;
Y yo mirando, mirando
Sus piesecitos desnudos.

«Me llegó al cuerpo la espuma,
Alcé los ojos, y ví
Esta niña frente a mí
Con su sombrero de pluma.

«¡Se parece a los retratos
Tu niña» -dijo-. «¿Es de cera?
¿Quiere jugar? ¡Si quisiera!...
¿Y por qué está sin zapatos?

-«Mira: ¡la mano le abrasa,
Y tiene los pies tan fríos!
Oh, toma, toma los míos;
Yo tengo más en mí casa!»

«No sé bien, señora hermosa,
Lo que sucedió después:
¡Le ví a mi hijita en los pies
Los zapaticos de rosa!»

Se vió sacar los pañuelos
A una rusa y a una inglesa;
El aya de la francesa
Se quitó los espejuelos.

Abrió la madre los brazos.
Se echó Pilar en su pecho,
Y sacó el traje deshecho,
Sin adornos y sin lazos.

Todo lo quiere saber
De la enferma la señora:
¡No quiere saber que llora
De pobreza una mujer!

-«¡Si, Pilar, dáselo! Y eso
También! ¡Tu manta! ¡Tu anillo!
Y ella le dió su bolsillo:
Le dio el clavel, le dió un beso.

Vuelven calladas de noche
A su casa del jardín,
Y Pilar va en el cojín
De la derecha del coche.

Y dice una mariposa
Que vió desde su rosal
Guardados en un cristal
Los zapaticos de rosa.

a Mademoiselle Marie: de José Martí

Poesía enviada por "Patrica Stajszczyk"


ÍNDICE

Conciencia


Conciencia nunca dormida
Mudo y pertinaz testigo
Que no dejas sin castigo
Ningún crimen en la vida.
La Ley calla, el mundo olvida,
Más ¿quién sacude tu yugo?
Al Sumo Hacedor le plugo
Que a solas con el pecado,
Fueras tú para el culpado
Juez, delator y verdugo.

Sergio Andrés Schiavini

Poesía enviada por "Patrica Stajszczyk"

 

ÍNDICE

OJOS DE PINTOR

De tanto ver al mundo

con ojos de pintor

mis ojos son ya lienzos

donde dibuja Dios.

Tomás Uscanga Constantino.

Poesía enviada por "Patrica Stajszczyk"

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POESÍA ENVIADA POR:

EDUARDO PIECK

 

REDONDILLAS
Arguye de inconsecuentes el gusto
y la censura de los hombres que en
las mujeres acusan lo que causan

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?


Combatís su resistencia,
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.


Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.


¿Qué humor puede ser más raro
que el que falta de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?


Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.


Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata
y si os admite, es liviana.


Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.


¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?


Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos enhorabuena.


Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.


¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?


¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?


Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.


Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.


Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y


Sor Juana Inés de la Cruz
(Juana de Asbaje y Ramírez; ¿1648?-1695)



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Poema enviado por Jorge E. Orozco

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Si (If)


Si puedes estar firme cuando en tu derredor
todo el mundo se ofusca y tacha tu entereza;
si cuando dudan todos, fías en tu valor,
y al mismo tiempo sabes excusar su flaqueza;
si puedes esperar y a tu afán poner brida,
o blanco de mentiras esgrimir la verdad,
o siendo odiado, al odio no dejarle cabida
y ni ensalzas tu juicio, ni ostentas tu bondad;

Si sueñas, pero el sueño no se vuelve tu rey;
si piensas, y el pensar no amengua tus ardores;
si el triunfo y el desastre no te imponen su ley
y los tratas lo mismo como a dos impostores;
si puedes soportar que tu frase sincera
sea trampa de necios en boca de malvados,
y mirar hecha trizas tu adorada quimera,
y tornas a forjarla con útiles mellados;

Si todas tus ganancias poniendo en un montón,
las arriesgas osado en un golpe de azar,
y las pierdes y luego, con bravo corazón,
sin hablar de tus pérdidas vuelves a comenzar;
si puedes mantener en la ruda pelea
alerta el pensamiento y el músculo tirante
para emplearlos cuando en ti todo flaquea,
menos la voluntad que te dice: ¡Adelante!

Si entre la turba das a la virtud abrigo;
si marchando con reyes, del orgullo has triunfado;
si no pueden herirte ni amigo ni enemigo;
si eres bueno con todos, pero no demasiado,
y si puedes llenar los preciosos minutos
de sesenta segundos de combate bravío,
tuya es la tierra y todos sus codiciados frutos,
y lo que es más importe, serás Hombre, hijo mío.

Rudyard Kipling

 

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El siguiente es un poema que me han enviado Héctor y Ofelia

EL AMOR

No es amor el amor
que al golpe de la suerte se doblega
o que cambia de ruta
como gira versatil la veleta

El amor es un fuego que troquela
y marca para siempre
Un mastil al que azota la tormenta
y erguido permanece

El engaño del tiempo palidece
el carmin de los labios
y el vivido rubor de las mejillas
Mas del amor no apaga
el fuego que en la entraña
esta encendido

Al amor no lo vence
el agobio del tiempo
entre las horas
que su hoz va tronchando
ni el curso de los dias
que a su paso deshoja el calendario
Su poder; solo cede ante la muerte.

William Schakesperare

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QUÉ RAZÓN TENÍAS PAPÁ

Qué razon tenias papá,
cuando me dijiste que a mi edad
aún no estaba preparado para controlar mi vida,
que era yo muy joven,
que esperara un poco más de tiempo
y luego tú mismo me ayudarías a independizarme.
y, sin embargo… preferí no escucharte…
te dejé con la palabra en la boca,
y me fui de la casa,
según yo, a comerme al mundo a rebanadas.


Repetiste una y otra vez que tú y mi mamá sólo querían lo mejor para mí,
y que sus regaños no eran por desamor…
trataste de explicarme que la comprensión
no era darme siempre la razón;
pero, a pesar de ello,
en muchas ocasiones preferiste ceder, y callar;
con esa actitud tan consiliadora que adoptabas,
con tal de que yo no cumpliera mis constantes amenazas,
mientras yo los acusaba de ser los peores padres.

Qué Razón tenias Papá,
cuando te acercaste a mí,
y me suplicaste que viviera conforme a mi edad,
porque la juventud es como un suspiro del alma,
y cuando nos damos cuenta,
los años nos llevan ventaja;
me suplicaste que no abandonara la escuela
porque de ello dependería gran parte de mi vida en el futuro;
“no cometas el mismo error que yo, hijo”,
me dijiste en aquella ocasión,
y sin embargo mi respuesta fue:
“Tù que sabes de eso?
lo que pasa esque tú ya estas viejo…
No se cómo no te cansas de estarme dando sermones”…
fué por eso que, sólo llegué hasta la secundaria…

Recuerdo que mi madre me sentó cariñosamente en sus piernas,
y me habló de las mujeres,
me explicó que una relación de pareja va más allá de la atracción física,
y la pasión;
platicó cómo se conocieron y la manera en que la conquistaste,
de la forma en que se ama a los hijos,
del respeto hacia la esposa,
y el cariño con el que se le debe tratar,
y ya ves, papá,
apenas cumplí la mayoría de la edad y me tuve que casar,
por esa falta de responsabilidad…

Qué razón tenías papá,
que antes de marcharme de la casa,
intentaste detenerme,
y con lágrimas en los ojos me aclaraste:
“Algún día tú también serás papá,
y podrás entenderme, hijo”,
y en pago a eso te miré fijamente a los ojos y te dije:
“Yo sí seré un buen padre,
a mis hijos, no los estaré fastidiando tanto,
dejaré que sean los que ellos quieran,
y que sean felices”,
y en un tono más soverbio repetí:
“Yo voy a ser mejor que ustedes”.
Me aconsejaste que, pasara lo que pasara,
viviera como viviera, nunca me humillara ante los demás,
porque la dignidad no se vende, no se pierde,
y hasta la libertad tiene sus límites,
y apenas me sentí libre,
aproveché para emborracharme con mis amigos hasta desfallecer,
y desperté tirado en una calle, sucio, maloliente;
me atreví a pedir limosna
y ante la desesperación se me hizo fácil robar,
aunque me advertiste que mi enemigo no estaba en la casa,
sino en las calles,
disfrazado de falsos amigos,
absurdos placeres y dinero manchado…

Qué razón tenías papá,
cuando me adelantaste que si abandonaba el hogar,
mi madre moriría de pena y tristeza,
y yo ¿qué hice?… Me burlé de tí,
te aclaré que si eso sucedía sería por tu culpa,
por la vida tan estricta que nos dabas,
por las exigencias y por tu concepto de la disciplina y la responsabilidad,
porque cuando llegabas a la casa hacias llorar a mi madre con tus ridículos obsequios,
cuánto tiempo me tardé en comprender que esas lágrimas,
eran de alegría, y no de dolor o tristeza…

Un día, me tomaste entre tus brazos y me dijiste muy quedito al oido
esas cosas que aún guardo en mi corazón:
“ojalá nunca crecieras, hijo mío,
ojalá siempre fueras mi pequeñito y yo siguiera siemdo tu héroe para toda la vida,
imaginar, que siempre tendrás 6 años”,
pero ya ves, papá,
hoy me arrepiento de todas esas palabras contra tí,
de mis actos que tanto te dañaron,
de tantas noches que te tuve a ti y a mi mamá en vela por no llegar de la fiesta,
de las mentiras malarmadas que inventaba con tal de no escuchar tus sabios consejos,
de recordar cómo te humillaste varias veces frente a mí,
con tal de que yo tuviera esa falsa razón;
de pisotear tu dignidad con mis gritos y reclamos,
y cientos y cientos de reproches en contra de ese cariño incondicional…

Mírame ahora, papá,
sentado en una sala de hospital,
lleno de angustia,
esperando noticias sobre la salud de mi hijo,
ese… al que yo iba a educar…
mejor que tú a mi,
sí… también él se sintió grande,
a pesar de mis consejos decidió no escucharme y,
hacer su propia vida como lo hice yo,
le pido a Dios que me ayude,
y a tí, mi gran héroe de siempre,
que ojalá me hayas perdonado… todo….
me costó mucho tiempo, dolor, y sufrimiento,
pero despues de tantos años,
logre entender que por fin te amé, papá,
más de lo que yo creía…
Qué Razón tenías, Papá…

Autor: Mariano Osorio

 

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MIRADA RETROSPECTIVA.


Al llegar a la página postrera
De la tragicomedia de mi vida
Vuelvo la vista al punto de partida
Con el dolor de quien ya nada espera.

Cuánta noble ambición que fue quimera
Cuánta bella ilusión desvanecida

Sembrada está la senda recorrida
Con las flores de aquella primavera.

Pero en esta hora lúgubre, sombría,
De severa verdad y desencanto,
De supremo dolor y de agonía.

Es mi mayor pesar en mi quebranto,
No haber amado más, yo que creía,
Yo que pensaba haber amado tanto.

Guillermo Blest Gana.

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Epigramas

Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido:
yo, porque tú eras lo que yo más amaba,
y tú, porque yo era el que te amaba más.


Pero de nosotros dos, tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti,
pero a ti no te amarán como te amaba yo.

Ernesto Cardenal.

 

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MADRE NATURALEZA

Maunel Gutiérrez Nájera

Madre, madre, cansado y soñoliento
quiero pronto volver a tu regazo;
besar tu seno, respirar tu aliento
y sentir la indolencia de tu abrazo.

Tú no cambias, ni mudas, ni envejeces;
en ti se encuentra la virtud perdida,
y tentadora y joven apareces
en las grandes tristezas de la vida.

Con ansia inmensa que mi ser consume
quiero apoyar las sienes en tu pecho,
tal como el niño que la nieve entume
busca el calor de su mullido lecho.

!Aire! ¡más luz, una planicie verde
y un horizonte azul que la limite,
sombra para llorar cuando recuerde,
cielo para creer cuando medite!

Abre, por fin, hospedadora muda,
tus vastas y tranquilas soledades,
y deja que mi espíritu sacuda
el tedio abrumador de las ciudades.

No más continuo batallar: ya brota
sangre humeante de mi abierta herida,
y quedo inerme, con la espada rota,
en la terrible lucha por la vida.

¡Acude madre, y antes que perezca
y bajo el peso, del dolor sucumba;
o abre tus senos, y que el musgo crezca
sobre la humilde tierra de mi tumba!
¿Sabes lo que es un suspiro?
¡Un beso que no se dio
¡Con cadena y cerrojos
los aprisionan severos,
y apenas los prisioneros
se me asoman a los ojos!

¡Pronto rompen la cadena
de tan injusta prisión,
y no mueren más de pena
que ya está de besos llena
la tumba del corazón!

¿Qué son las bocas? Son nidos.
¿Y los besos? ¡Aves locas!
Por eso, apenas nacidos,
de sus nidos aburridos
salen buscando otras bocas.

¿Por qué en cárcel sepulcral
se trueca el nido del ave?
¿Por qué los tratas tan mal,
si tus labios de coral
son los que tienen la llave?

-Besos que, apenas despiertos,
volar del nido queréis
a sus labios entreabiertos
en vuestra tumba, mis muertos,
dice: ¡Resucitaréis!

Manuel Gutiérrez Nájera

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SIN PERDÓN Y SIN RENCORES

¿Rencores? ¿porqué rencores?
No le va a mi señorío,
¿guardarle rencor a un río
que fue regando mis flores?;
Tú me diste los mejores
cristales de tu corriente
y no sería decente
maldecirte por despecho,
si tenemos el derecho
de dar o negar la fuente.

Debo estarte agradecido
por tu generosidad,
tú me diste por bondad
lo que yo di por cumplido,
me brindaste tu latido,
tu transitorio amor loco,
¿que duró mucho? Muy poco,
tus ojos siempre empañados
y los potros alocados
del cariño que yo evoco.

Me diste un beso, el primero,
que es el que más atosiga,
y me diste la fatiga
de un cariño verdadero;
me diste luna y estero,
tu corazón sin celaje,
pusiste todo el encaje
de tu caricia en mi pelo,
y me regalaste el cielo
con cinco hijos en el viaje.

Por eso yo, bien nacido,
ni te odio ni te aborrezco,
al contrario, te agradezco
todo lo que me has querido;
ni me importa si te has ido
con tu barca hacia otro mar,
que yo no te puedo odiar
por esa mala partida
ya que odiar es en la vida,
un cierto modo de amar.

Ni te vengas a mi lado
para pedirme perdón,
el perdón es la razón
de volver a lo pasado;
y lo pasado, pasado,
que pasó porque pasó,
déjame que viva yo
sin perdón y sin rencores
porque, por más que me llores...
lo nuestro ya terminó.

Manuel Benítez Carrasco

 

 

 

 

 


LOS PADRES Y LOS HIJOS.

Un enjambre de pájaros metidos
en jaula de metal guardó un cabrero
y a cuidarlos voló desde el otero
la pareja de padres afligidos.

Si aquí: dijo el pastor, vienen unidos;
sus hijos a cuidar con tanto esmero,
ver cómo cuidan a sus padres quiero
los hijos por amor agradecidos.

Deja entre redes la pareja envuelta
la puerta abre el pastor del duro alambre
cierra a los padres y a los hijos suelta.

Huyó de los hijuelos el enjambre;
y como en vano se esperó su vuelta
mató a los padres, el dolor y el hambre.

Ramón de Campoamor.

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PAX ANIMAE

Ni una palabra de dolor blasfemo,
sé altivo, sé gallardo en la caída,
y ve poeta con desdén supremo,
todas las injusticias de la vida.

No busques la constancia en los amores,
ni pidas nada eterno a los mortales,
y haz artista con todos tus dolores,
excelsos monumentos sepulcrales.

En mármol blanco tus estatuas labra,
castas en la actitud, aunque desnudas,
y que duerma en sus labios la palabra,
y se muestren muy tristes pero mudas.

El nombre; débil vibración sonora,
que dura apenas un instante, el nombre;
ídolo torpe, que el iluso adora,
última y triste vanidad del hombre.

¿A qué pedir justicia ni clemencia,
—si la niegan los propios compañeros-
a la glacial y muda indiferencia
de los desconocidos venideros?

¿A qué pedir la compasión tardía
de los extraños que la sombra esconde?
Duermen los ecos en la selva umbría,
y nadie, nadie a nuestra voz responde.

En este mundo el único consuelo,
es acordarse de las horas bellas,
alzar los ojos para ver el Cielo,
cuando el Cielo es azul o tiene estrellas.

Huir del mar y ¡en el dormido lago!,
disfrutar de las ondas el reposo,
dormir, soñar, el sueño, nuestro mago,
es un sublime y santo mentiroso.

¡Ay! Es verdad, que en el honrado pecho,
clama venganza la reciente herida,
pero, perdona el mal que te hayan hecho,
todos están enfermos de la vida.

 

Los mismos que de flores se coronan;
para el dolor, para la muerte nacen,
si los que tú más amas te traicionan,
perdónalos, no saben lo que hacen.

Acaso esos instintos heredaron
y son los inconscientes vengadores,
de razas o de estirpes que pasaron
acumulando todos los rencores.

¿Eres acaso el juez? ¿El impecable?
Tú, ¿la justicia y la piedad reúnes?
¿Quién no es fugitivo responsable
de alguno o muchos crímenes impunes?

¿Quién no ha mentido amor y ha profanado,
de una alma virgen el sagrario augusto?
¿Quién está cierto de no haber matado?
¿Quién puede ser el justiciero? ¿El justo?

Lástimas y perdón para los vivos,
y así de amor y mansedumbre llenos,
seremos cariñosos, compasivos
y alguna vez acaso... acaso buenos.

¿Padeces? Busca la gentil amante,
a la impasible e inmortal belleza,
y ve apoyado como Lear errante,
en tu joven Cordelia: la tristeza.

Mira, se aleja perezoso el día,
¡qué bueno es descansar! El bosque oscuro
nos arrulla con lánguida armonía,
el agua es virgen, el ambiente es puro.

La luz cansada sus pupilas cierra,
se escuchan melancólicos rumores,
y la noche al bajar dice a la tierra,
—vamos... ya está... ya duérmete, no llorres.


 

Recordar... Perdonar... Haber amado...
Ser dichoso un instante, haber creído...
Y luego... reclinarse fatigado,
en el hombro de nieve del olvido.

Sentir eternamente la ternura,
que en nuestros pechos jóvenes palpita,
y recibir si llega, la ventura,
como la hermosa que viene de visita.

Siempre escondido lo que más amamos;
¡siempre en los labios el perdón risueño!
Hasta que al fin, ¡oh tierra! ¡A ti vayamos,
con la invencible laxitud del sueño!

Esa ha de ser la vida del que piensa
en lo fugaz de todo lo que mira,
y se detiene, sabio, ante la inmensa
extensión de tus mares, ¡oh mentira!

Corta las flores, mientras haya flores,
perdona a las espinas, a las rosas,
¡También se van y vuelan los dolores
como turbas de negras mariposas!

Ama y perdona. Con valor resiste:
lo injusto, lo villano, lo cobarde...
¡Hermosamente pensativa y triste
está al caer la silenciosa tarde!

Cuando el dolor mi espíritu sombrea,
busco en las cimas claridad y calma,
¡Y una infinita compasión albea,
en las heladas cumbres de mi alma!

Manuel Gutiérrez Nájera.


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LOS MOTIVOS DEL LOBO.

El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial;
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torbo animal.

Bestia temerosa de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal;
el lobo de Gubbia, el terrible lobo:
rabioso ha asolado los alrededores,
cruel ha deshecho todos los rebaños,
devoró corderos, devoró pastores
y son incontables sus muertes y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros,
fueron destrozados, los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros
como de cabritos y de corderillos.

Francisco salió, al lobo buscó en su madriguera,
cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle, se lanzó feroz


contra él, Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano, al lobo furioso dijo:
—¡paz hermano!—
El animal, contempló al varón de tosco sayal,
dejó su aire arisco,
cerró sus abiertas fauces agresivas y dijo:
—Está bien, hermano Francisco.

—¡Como! —Exclamó el santo,
— ¿es ley que tú vivas de horror y de muerte?
La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor,
¿no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?

Y el gran lobo humilde: —es duro el invierno
y es horrible el hambre, en el bosque helado,
no hallé qué comer y busqué al ganado
y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador,
sobre su caballo, llevando el azor
al puño, o correr tras el jabalí,
el oso o el siervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor;
y no era por hambre que iban a cazar.

Francisco responde:
—en el hombre existe mala levadura,
cuando nace viene con pecado, es triste;
mas el alma simple de la bestia es pura.
Tú vas a tener desde hoy qué comer,
dejarás en paz rebaños y gente en este país,
que Dios melifique tu ser montarás.
—Está bien hermano Francisco de Asís.

—Ante el Señor que todo ata y desata,
en fe de promesa, tiéndeme la pata.

El lobo tendió la pata al hermano
de Asís, que a su vez, le alargó la mano.

Fueron a la aldea, la gente veía,
y lo que veía casi no creía;
tras el religioso iba el lobo fiero,
y baja la testa, manso le seguía,
como un can de caza o como un cordero.

Francisco llamó a la gente a la plaza
y allí predicó y dijo: —he aquí una amable caza,
el hermano lobo se viene conmigo,
me juró no ser más nuestro enemigo
y no repetir su ataque sangriento;
vosotros en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios.

—Así sea
—contestó la gente toda de la aldea,
y luego, en señal de contentamiento,
movió testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.

 

 



Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo,
sus bastas orejas los salmos oían
y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias, hacía mil juegos,
cuando a la cocina iba con los legos,
y cuando Francisco su oración hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.

Salía a la calle,
iba por el monte, descendía al valle,
entraba a las casas y le daban algo
qué comer; mirábanle como a un manso galgo.

Un día, Francisco se ausentó,
y el lobo dulce, el lobo manso y bueno,
el lobo probo, desapareció;
tornó a la montaña
y recomenzaron su aullido y su saña,
otra vez sintióse el temor, la alarma
entre los vecinos y entre los pastores,
colmaba el espanto los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera, no dio tregua a su furor jamás,
como si tuviera, fuegos de Moloch o de Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos le buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y penaban tanto
por aquel infame lobo del demonio.
Francisco de Asís se puso severo,
se fue a la montaña a buscar al falso lobo carnicero
y junto a su cueva halló a la alimaña.

—En nombre del padre del sacro universo,
¡conjúrote! —Dijo— oh lobo perverso
a que me respondas ¿porqué haz vuelto al mal?
¡Contesta, te escucho!


Como en sorda lucha habló el animal,
la boca espumosa, el ojo fatal:


—hermano Francisco, no te acerques mucho,
yo estaba tranquilo allá en el convento,
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía;

mas empecé a ver que en todas las casas
estaban: la envidia, la saña, la ira
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, lujuria, infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos;
hembra y macho eran como perro y perra
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies; seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.

 

Y así me apalearon y me echaron fuera
y su risa fue como una agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera
y me sentí lobo malo derrepente,
mas siempre mejor que esa mala gente.

Y recomencé a luchar aquí,
a me defender, a me alimentar,
como el oso hace, como el jabalí
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,


déjame existir en mi libertad;
vete a tu convento hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.

 

El santo de Asís no le dijo nada,
lo miró con una profunda mirada
y partió con lágrimas y con desconsuelos.
Habló al Padre eterno con su corazón,
el viento del bosque llevó su oración
que era “padre nuestro que estás en los cielos”.

Rubén Darío..

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Soneto a una nariz.

 

Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una nariz sayón y escriba,
Érase un peje espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
Érase una alquitara pendativa,
Érase un elefante boca arriba,
Era Ovidio Nasón más narizado.

Érase un espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egipto,
Las doce tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
Grandísima nariz, nariz tan fiera,
Que en la cara de Anás fuera delito.

Francisco de Quevedo.


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EL GAVILÁN Y EL HOMBRE:

Suelta ese pollo, ¡maldito!
-dijo al gavilán el hombre-
tu crimen no tiene nombre,
cometes un gran delito.

Pero el gavilán ahíto,
responde alzando la voz:
-diga usted ¿qué es más atroz
-caballero concienzudo-
comerse el pollo así crudo
o cocido con arroz?

 



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REÍR LLORANDO.

Viendo a Garrick, actor de la Inglaterra,
el pueblo al aplaudirle le decía:
—eres el más gracioso de la tierra,
y el más feliz, — y el cómico reía.

Víctimas de su esplín los altos Loores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores
y tornaban su esplín en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,
llegose un hombre de mirar sombrío,
—sufro —le dijo, —un mal tan espantoso,
como esta palidez del rostro mío;
nada me causa encanto ni atractivo,
no me importa mi nombre ni mi suerte,
en un eterno esplín, muriendo vivo,
y es mi única ilusión la de la muerte.

—Viajad y os distraeréis.
—Tanto he viajado.
—Las lecturas buscad.
—Tanto he leído.
—Que os ame una mujer,
—si soy amado.
—Un título adquirid.
—Noble he nacido.
—Pobre ¿seréis quizás?
—Tengo riquezas.
—¿De lisonjas gustáis?
—Tantas escucho.
—¿Qué tenéis por familia?
—Mis tristezas.
—¿Vais a los cementerios?
—Mucho... mucho.
—De vuestra vida actual, ¿tenéis testigos?
—Sí, mas no dejo que me impongan yugos,
yo les llamo a los muertos: mis amigos
y les llamo a los vivos: mis verdugos.

Me deja—agrega el médico—
perplejo, vuestro mal,
mas no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrick podréis curaros.
—¿A Garrick?
—Sí a Garrick, la más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa,
todo aquel que le ve muere de risa,
tiene una gracia artística asombrosa.

—Y a mí, ¿me hará reír?
—Ah sí, os lo juro,
él sí y nada más él, mas... ¿qué os inquieta?
—Así, —dijo el enfermo— no me curo,
¡YO SOY GARRICK! Cambiadme la receta.

Cuantos hay que cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio.

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz, la tempestad del alma,
un relámpago triste; la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí, aprendemos a reír con llanto
y también, ¡a llorar con carcajadas!

Juan de Dios Peza.

 

 

 


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LA VOZ DEL INVÁLIDO
Bajo la sombra de saúz añoso,
en un albergue rústico, apartado;
se hallan: un joven de naciente bozo,
y un viejo descreído, mutilado.

Los surcos en la frente marchitada,
las escépticas frases que congelan,
la irónica sonrisa y la mirada,
del viejo su pasado nos revelan.

El apuesto garzón, el casi niño,
con marcada humildad escucha atento
al anciano, que lleno de cariño
le dice así con paternal acento.

Conque Adrés, vas a partir,
se torna el rapaz en hombre;
bien, escucha y no te asombre
Andrés lo que vas a oír.

En el revuelto océano
en que fui náufrago un día,
quiero que lleves por guía,
la débil voz del anciano.

No cual clérigo profundo,
evangelizarte anhelo,
la virtud es flor del Cielo
que se marchita en el mundo.

No de ilusiones que halagan
te hablaré, ni de moral:
quiero Adrés que no hagas mal,
ni dejes que te lo hagan.

Franklin dijo en parte alguna,
hablando del mundo que:
lo que salva no es la fe,
sino el no tener ninguna.

No creas consejos ni apólogos,
busca siempre la verdad,
la fe chico es necedad,
que llaman virtud los teólogos.

Yo no te aconsejo el vicio,
el que mal hace mal halla,
quiero que vistas con malla
tu corazón tan novicio.

Y ya que tus tiernos años
están flacos de experiencia,
escucha Andrés con paciencia,
la voz de los desengaños.

También locas ilusiones,
mi juventud conmovieron,
y las que ilusiones fueron,
son ya viejas decepciones.

Por eso en estulta calma,
niego todo con cinismo,
porque el torpe escepticismo,
viento es que congela el alma.

Tú vas a la corte, allí,
activo en tu bien rebúllete,
consérvate, aséate, instrúyete
y vive Andrés para ti.

Obra mucho y cierra el labio,
que llega a su fin más pronto,
con su actividad el tonto,
que con su pereza el sabio.

Es la Corte cosa brava,
todos mal de todos piensan,
los enemigos comienzan
donde la nariz acaba.

Tú allí con muy buenos modos
sé expansivo, sé jovial;
de todos piensa muy mal,
pero habla muy bien de todos.

Que mascarada completa
es la Corte que veo con asco,
y sufre allí más de un chasco,
quien no toma su careta.

Allí el afeite es aseo,
sinceridad el cinismo,
la locura, excentricismo,
la adulación galanteo.


Se le llama bueno al bobo,
se llama al miedo prudencia,
se llama a la charla ciencia,
se llama finanza al robo.

Allí en duda haz de poner,
la castidad del beato,
la mansedumbre del gato,
la virtud de la mujer.

Allí todo es falsedad,
vanidad de vanidades,
allí abundan nulidades
rellenas de vanidad.

Todos quieren que su nombre,
a los hombres envanezca,
y no hay hombre que merezca
siquiera llamarse hombre.

Que de aquella sociedad
llena de lodo y materia,
es muy grande la miseria
y mayor su vanidad.

El hombre, tenlo presente,
en ese mundo hostigoso,
hace un viaje muy penoso
y no medra si no miente.

Ese tránsito empalaga,
que molestan en el viaje,
los ricos con su carruaje,
los mendigos con su plaga.

Y magüer* razón te sobre,
en la sociedad buen chico,
evita el odio del rico,
y la intimidad del pobre.

Mas si das a la indigencia,
nunca la humilles cruel,
no hagas de amarga hiel,
el papel de providencia.

Saber dar es gran virtud,
y dar sin tacto es locura,
lo que se da sin finura,
se acepta sin gratitud.

Hay favores tan sin gracia,
que dejan huella sensible
en el alma, y más horrible
hacen ellos la desgracia.

Hay muchos que dan los suyo,
por cálculo o vanidad,
pero hijo esa caridad es
la virtud del orgullo.

Nunca des con mira doble,
porque el hombre desgraciado,
es un objeto sagrado
para quien tiene alma noble.

La desgracia lenifica
sin esperar gratitud,
porque Adrés la ingratitud,
a la caridad deifica.

Tus apuros si los tienes,
cuenta al que cuente reales,
es decir, cuenta tus males
sólo al que los torne en bienes.

Nunca vistas con descuido,
porque en la Corte deshonra,
más que una mancha en la honra,
una mancha en el vestido.

Tu lujo siempre modera,
no al lujo te entregues, no:
mira que el lujo empezó
con unas hojas de higuera.

Cuida y no te faltará,
da poco y no se te olvide
que quien da a todo el que pide,
pide al fin a quien no da.

Ten siempre el bolsillo a tasa
para que siempre algo sobre,
porque Andrés el hombre pobre
de pobre hombre nunca pasa.

Del placer haz poco uso
si ilusión quieres tener,
que abusando del placer,
no hay placer en el abuso.

Por si acaso en sueño cálido,
buscas de Marte la gloria,
voy a contarte la historia
a que debo estar inválido.

Allá en mis años mejores,
se encendió lid fratricida,
porque a mi patria querida
plugo cambiar de opresores.

Del patriotismo la flama
ardió en mi pecho de tierra,
marché Andrés y en cruda guerra,
luché como perro en brama.

El éxito no fue malo,
vencimos a los traidores,
y volví pisando flores,
con una pierna de palo.

Cubierto de gloria chico,
dejóme el gobierno cruel,
¿había de comer laurel
como si fuera borrico?

Otros con férvido arrojo,
la victoria celebraron;
oro y destino pescaron
y yo quedé pobre y cojo.

Así es la guerra maldita,
a unos les da oropeles
y carruajes y corceles
y a otros las piernas les quita.

Vengué yo ajenos agravios;
y al fin ¿qué saqué? ... desprecios.
La guerra la hacen los necios
en provecho de los sabios.

No seas de los que combaten,
pero odia a los que se rindan:
pues sacan más los que brindan
que los tontos que se baten.

A la guerra Andrés no vayas,
y sin luchar vencerás,
porque un brindis vale más
que el humo de cien batallas.

*=manque,= aunque (del español antiguo)

Está la patria hecha trizas
con tanta gente malévola,
y del brasero de Ecévola,
no quedan ya ni cenizas.

Es un loco temerario
el que anda entre los cañones,
es mejor en los salones,
esgrimir el incensario.

Si por figurar te apuras,
lisonjea a los beneméritos;
y fía más que de los méritos,
de tus buenas coyunturas.

No te oirán si no te encorvas,
ya que ellos tienen Andrés,
las orejas en los pies,
ten el talento en las corvas.

Para que a ciegas no andes,
te aconsejo por mi nombre,
dejes tu grandeza de hombre
con todos los hombres grandes.

La dignidad no conviene,
ni la honradez hijo de Eva;
quien no adula no se eleva,
el que no es vivo no tiene.

Si no estás en gran bonanza,
no busques Andrés mujer,
el pobre ha de mantener,
solamente la esperanza.

El amor es gran locura,
y el bendito matrimonio,
lazo que tiende el demonio,
y convierte en soga el cura.

El consorcio en conclusión
para el pobre es grave mal,
y su tálamo nupcial,
túmulo es de su ilusión.

Nunca el marido descansa
y sus sacrificios crecen,
pero ellos no se agradecen,
porque con ellos no alcanza.

Tú pondrás del Ara encima,
tu independencia sin juicio,
y ese inmenso sacrificio
ninguna mujer lo estima.

Es feliz quien por fortuna,
mujer buena tiene Andrés,
pero más dichoso es
el que no tiene ninguna.

Amor es mentida flama,
la gratitud no parece,
sólo Andrés una madre ama
y sólo un perro agradece.

Mas si tú afectos deseas,
te lo digo con dolor,
cree hasta en el mismo amor,
pero en la amistad no creas.

Con experiencia lo digo,
Andrés, consérvalo impreso:
un libro, un perro y un peso,
forman el completo amigo.

Los que el mundo desconocen,
dicen sobrino: que es fama;
que en la cárcel y en la cama,
los amigos se conocen.

En cualquier situación seria,
habrá número importuno
de amigos; mas no habrá uno
cuando estés en la miseria.

La amistad es falso cobre,
la amistad, óyelo chico:
forman la ilusión del rico,
y el desengaño del pobre.

La amistad en conclusión,
la amistad tenlo presente,
es tan sólo un accidente
del oro o la posición.

Quien fuere en la vida cero,
no tendrá un amigo Andrés,
si el dinero amigo es,
sé amigo tú del dinero.

Mejor que un peso, ten dos;
no hagas mal por egoísmo,
y duda hasta de ti mismo:
vete y bendígate Dios.

Un instante después por el camino,
triste a un jinete galopar se vía,
y un viejo de mostacho blanquecino,
con la vista al jinete perseguía.

Cuando ni el polvo que el corcel alzara
pudo el viejo mirar, sintió que ardiente
gota de llanto resbaló en su cara,
y suspirando doblegó la frente.

—¿Y qué será de ti? —Clamó el anciano—
tu incierto porvenir ¿por qué me altera?
Vete a luchar con ese mundo insano,
vete a sufrir la suerte que te espera.

La lucha con el mundo no te asombre,
que hombre no es el que luchar no sabe,
porque nació para luchar el hombre,
como nació para volar el ave.

Jamás el hombre del destino obscuro,
el negro velo levantar espere.
Envuelto entre la sombra está el futuro;
¡el hombre es lo que la suerte quiere!
[aunque la mayor parte se lo debemos a la suerte;
tiene más el que pone algo de su parte]


Antonio Plaza.

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LA VIDA

Es la vida risa y llanto;
y los hombres a fe mía,
son locos que en romería,
marchan hacia el camposanto.

Y veo con placer profundo
que los cuerdos son tan pocos;
que es un hospital de locos,
todo el ámbito del mundo.

Si a tanto loco perverso
tratáramos de encerrar;

preciso era circundar
de muros el Universo.

En las necias bataholas
del mundo que tanto miente;
la gente empuja a la gente
como a las olas, las olas.

Cada edad ¡Oh contrtiempo!
A quien la tierra se traga;
es una onda que se apaga
sobre los mares del tiempo.

Porque la vida en verdad,
del hombre reptil reacio;
es burbuja en el espacio,
es nada en la eternidad.

Y la historia, ese vestiglo,
sólo enseña por mi nombre:
que el hombre el lobo del hombre
y un siglo plagia a otro siglo.

Hoy como antes diviniza
lo absurdo el hombre, ¡qué horror!
Y cuando cambia de error,
sueña que se civiliza.

Entre brumas tenebrosas
los errores siempre imperan;
y aquí más cambios se operan
de palabras que de cosas.

Lo absurdo con lo divino
confunde el hombre a su turno;
y si derriva a Saturno,
eleva a San Saturnino.

Siempre necio ha sido el hombre,
y desde que el hombre existe;
politeísmo, subsiste,
bajo diferente nombre.

La humanidad con su idea
de progreso poco avanza;
que en su torpe contrandanza,
no marcha, se bambolea.

Yo diré a quien me pregone:
el "derecho de los Reyes"
o que:
"el pueblo dé sus leyes":
toda autoridad se impone”.

En vano las gentes chocan
por sistemas “Voto a Febo”;
cuando lo viejo es lo nuevo
y los extremos se tocan.

Nihil sub sole novum” dijo,
no quiero acordarme quién;
pero a fe que dijo bien
y no slotó un acertijo.

En la vida, todo es nada,
sueño es el goce y la pena;
porque la vida es cadena
a la tumba eslabonada.

Es un carnaval, reímos
pero al expirar las luces;

entre tumbas y entre cruces,
bajo la tierra dormimos.

El mundo en fin, es sendero,
que transitar da coraje;
y guay del que emprende el viaje
desprovisto de dinero.

Porque todos pasan sobre
el pobre. Vil interés
impera en la tierra es
mejor ser perro que pobr
e.

-
Al rico todo se humilla,
el pobre es menos que perro;
y todos ante el becerro
de oro doblan la rodilla.

La seda es más que el estambre,
la plata mejor que el cobre
y todos huyen del pobre,
el pobre no es hombre, el hambre.

En este mundo fullero
donde todo se remata;
más vale un Judas de plata
que un crucifijo de acero.

 

Para el pobre no hay placer,
no hay amigos, no hay esposa;
en el mundo no hay más cosa,
que tener o no tener.

Los que con gran desparpajo
nos dan amistad no esquiva;
se ofenden si está uno arriba,
se alegran si está uno abajo.

El matrimonio es materia
de cálculo y de afección;
lazo que ata la ilusión
lo desata la miseria.

La sociedad es convite
en que al pobre dicen: vete;
y en tan risible sainete
es un ridículo mite.

Al pobre le importa un mico,
monarca o federación;
siempre es carne de cañón,
siempre es el burro del rico.

¿Os place ser libre? ¡Bravo!
Procurad que el oro sobre;
porque nunca es libre el pobre
y nunca el rico es esclavo.

El que roba con trompeta
y asesina oficialmente;
gloria alcanza entre la gente
que lo adula y lo respeta.

¡Oh! Cuántos de esos señores
que bastón de mando oprimen;

por el camino del crimen
han llegado a los honores.

¿Qué es un héroe en su grandeza?
Ídolo de sangre lleno;
cuyo pedestal de cieno,
viene a lamer la bajeza.

Vive pobre aún siendo honrado,
quien no sabe audaz mentir;

porque más vale vivir
ignorante que ignorado.

Aunque el hombre nazca probo,
muere pillo, no os asombre;
porque el hombre educa al hombre
como el lobo educa al lobo.

En suma el mundo ruín,
siempre ha sido y es comedia;
y si Dios no lo remedia,
comedia será hasta el fin.

Antonio Plaza.


 

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ASONANCIAS.

Sabedlo soberanos y vasallos,
próceres y mendigos,
nadie tendrá derecho a lo superfluo,
mientras alguien carezca de lo estricto.

Lo que llamamos caridad y ahora
es sólo un móvil íntimo,
será en un porvenir lejano o próximo,
el resultado del deber escrito.

Y la equidad se sentará en el trono
de que huya el egoísmo,
y a la ley del embudo que hoy impera,
sucederá la ley del equilibrio.

Salvador Díaz Mirón.

 

 

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A GLORIA.


No intentes convencerme de torpezas,
con los delirios de tu mente loca,
mi razón es al par: luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca.

Semejante al nocturno peregrino,
mi esperanza inmortal no mira al suelo,
no viendo más que sombra en el camino,
sólo contempla el esplendor del Cielo.

Vanas son las imágenes que entraña
tu espíritu infantil, santuario oscuro;
tu numen cono el oro en la montaña
es virginal y por lo mismo, impuro.

En medio de este vórtice que crispa,
y ávido de brillar, vuelo o me arrastro;
oruga enamorada de una chispa,
o águila seducida por un astro.

Inútil es que con tenaz murmullo,
exageres el lance en que me enredo;
yo soy altivo, y el que alienta orgullo,
lleva un broquel impenetrable al miedo.

 

 

 

Fiado en el instinto que me empuja,
desprecio los peligros que señalas;
el ave canta aunque la rama cruja,
como que sabe lo que son sus alas.

Erguido bajo el golpe en la porfía,
me siento superior a la victoria;
tengo fe en mí, la adversidad podría
quitarme el triunfo, pero no la gloria.

Deja que me persigan los abyectos,
quiero atraer la envidia aunque me abrume;
la flor en que se posan los insectos,
es rica de matiz y de perfume.

El mal es el teatro en cuyo foro,
la virtud, esa trágica, descuella;
es la sibila de palabra de oro,
la sombra que hace resaltar la estrella.

Alumbrar es arder, estro encendido
será el fuego voraz que me consuma;
la perla nace del molusco herido,
y Venus nace de la amarga espuma.

 


Los claros timbres de que estoy ufano,
han de salir de la calumnia ilesos;
hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan; mi plumaje es de esos.

Fuerza es que sufra mi pasión, la palma
crece a la orilla que el oleaje azota;
el mérito es el náufrago del alma:
vivo se hunde pero muerto flota.

Depón el ceño y que tu voz me arrulle,
consuela el corazón del que te ama;
Dios dijo al agua del torrente: bulle,
y al lirio de la margen: embalsama.

Confórmate mujer, que hemos venido
a este valle de lágrimas que abate,
tú como la paloma: para el nido
y yo como el león: para el combate.

 


Salvador Díaz Mirón.


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COBARDE.

 

COBARDE.

Raudo el buque navega en la toldilla,
fuma impasible el capitán negrero;
por la abierta escotilla,
sube murmullo ronco y plañidero,
que el sollozo semeja de mil bestias humanas:
es el ébano vivo que se queja
al dejar las llanuras africanas.

Y mientras gime abajo el cargamento,
y a merced de las olas y del viento,
navega el barco por la mar bravía:
—que nos relate el capitán un cuento, —
pide a voces la audaz marinería.

¿Una historia pedís? Ahí va la mía,
—el negrero exclamó— si por mi alarde
de arrojo temerario habéis creído
que, cual valiente soy, ¿valiente he sido?
Grande fue vuestro error: yo fui un cobarde.

 

 

Yo fui un cobarde sí, porque yo amaba,
con la ternura de la edad primera,
a una mujer que infame me engañaba;
y la amaba frenético, la amaba
como ama a sus cachorros la pantera.

No sé si su adulterio o mi cariño,
la hicieron concebir un tierno niño,
mas sé que entre la madre y el hijuelo,
tanta dicha gocé, tanta ventura,
que a deciros verdad me figuraba
que casi comprendía lo que era el Cielo.

Breves fueron mis cándidos amores,
breve mi dicha fue, breve mi calma
y al saber la traición de los traidores,
sentí del infierno los horrores,
dentro del corazón, dentro del alma.

 

A mi rival deshice a machetazos,
y antes de herir a la que impía
rompió de amor los bendecidos lazos,
el arma se detuvo, que en los brazos
de la mujer culpable sonreía
el pequeñito débil e inocente,
y no quise manchar su tersa frente,
y de pueril ternura haciendo alarde,
por no dejar sin madre al pequeñuelo
a la infiel perdoné como un cobarde.

 

 

J. M. Blanco Belmonte.

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RETO.


Si porque a tus plantas ruedo
como un ilota rendido,
y una mirada te pido
con temor, casi con miedo:
si porque ante ti me quedo
estático de emoción,
¿piensas que mi corazón
se va en mi pecho a romper
y que por siempre he de ser
esclavo de mi pasión?

 

 

 

Te equivocas te equivocas,
fresco y fragante capullo,
yo quebrantaré tu orgullo
como el minero las rocas.

Si a la lucha me provocas,
dispuesto estoy a luchar;
tú eres espuma; yo mar,
que en sus cóleras confía:
me haces llorar, pero un día
yo también te haré llorar.

 

 

Y entonces cuando rendida
ofrezcas toda tu vida;
perdón pidiendo a mis pies.
Como mi cólera es
infinita en sus excesos,
¿sabes tú lo que haría en esos
momentos de indignación?
Arrancarte el corazón
para comérmelo a besos.

Julio Flores.


 


ÍNDICE

LIBERACIÓN.
Ya me cansan de tu amor los lazos, y del fuego de tu boca los excesos, la &%$da me lleva con tus besos, tus amores, tus citas y tus abrazos.
Antes era un p&n$ejo que a tus plantas soportaba tus burlas neciamente, ahora soy un titán que se levanta para ca&)%me en tu ch%g$da frente.
¿Que me odias dices? Ódiame si quieres una ch%g$da de tu amor yo necesito; que un c?&o entre tantísimas mujeres no ha de faltar a mi pelado p&%o·

¿...?

. ÍNDICE

EL CRISTO DE MI CABECERA


Cuando estaba solo, solo en mi cabaña
que construí a la vera de la audaz montaña
cuya cumbre ha siglos engendró el anhelo
de romper las nubes y tocar el Cielo,
cuando sollozaba con el desconsuelo
de que mi pastora más que nunca huraña
de mi amor al grito nada respondía,
cuando muy enfermo de melancolía
una voz interna siempre me decía
que me moriría
si su almita blanca para mi no fuera;
le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque me quisiera, porque me quisiera.

Cuando nos unimos con eternos lazos
y la pobrecita me tendió sus brazos
y me dio sus besos y alentó mi fe,
cuando en la capilla de la virgen pura
nos bendijo el cura


y el encanto vino y el dolor se fue,
cuando me decía loca de alegría
que su vida toda para mí sería

pase lo que pase fuera lo que fuera,
le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque prolongara nuestra primavera,
porque prolongara nuestra primavera.

Cuando sin amparo me dejó en la vida
y en el pobre lecho la miré tendida,
cuando até sus manos que mostraban una
blanca y apacible palidez de luna,
y corté su hermosa cabellera bruna
que en el fondo guardo de mi viejo arcón,
cuando con el alma rota en mil pedazos
delicadamente la tomé en mis brazos
para colocarla dentro del cajón,
cuando muy enfermo de melancolía
una voz interna siempre me decía

 

que ya nada nada me consolaría
pase lo que pase fuera lo que fuera,
le rezaba al Cristo de mi cabecera
por que de mis duelos compasión tuviera,
porque de mis duelos compasión tuviera.

Hoy que vivo solo, solo en mi cabaña
que construí a la vera de la audaz montaña
cuya cumbre ha siglos engendró el anhelo
de romper las nubes y besar el Cielo,
hoy que por la fuerza del dolor vencido
busco en el silencio mi rincón de olvido,
mustias ya las flores de mi primavera,
triste la esperanza y el encanto ido,
rota la quimera, muerta la ilusión;
ya no rezo al Cristo de mi cabecera,
ya no rezo al Cristo que jamás oyera,
los desgarramientos de mi corazón.

Rubén C. Navarro.

 

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PORQUÉ ME ALEJÉ DEL VICIO.


No es por hacerles desaigre,
es que ya no soy del vicio,
astedes mi lo perdonen
pero es qui'hace más de cinco
años que no bebo copas
anqui'ande con los amigos.

¿Que si me cuadran? Rite'harto,
pa'que di'acerme'l santito,
he sido rite borracho
como pocos lo haigan sido
per'ora si ya no tomo
manque me lleven los pingos.

Desd'iantes que me casara,
encomencé con el vicio,
y a luego ya de casados,
también le tupí macizo.

Probesita de mi vieja,
siempre tan güena conmigo,
por más que l'ice sufrir,
nunca me perdió el cariño.

Era una santa la prove
y yo con ella un endino,
nomás pa que no sufriera,
llegué a quitarme del vicio.

Pero poco duró el gusto,
la de malas se nos vino
y una nochi redepente,
quedó como un pajarito.

 

 

Dicen que jué’l corazón,
yo no sé lo qui'haiga sido,
pero siento en la concencia,
que jué mi vicio cochino
el qu'izo que nos dejara
solitos a mí y a mhijo,
un chilpayate güerfanito
a ledá que más le falta
la madre con el cariño.

Me sentí disesperado,
de verme solo con mhijo,
provesita la criatura,
mal cuidado y mal vestido,
siempre solo y ricordando
el ángel que via perdido.

Entonces pa no pensar,
golví a darle recio al vicio
porque poniéndome chuco,
me jallaba mas tranquilo,
y cuando yastaba briago
y casi juera del juicio,
parece que mi dejunta
taba allí junto conmigo.

Al salir de mi trabajo,
miba yo con los amigos,
y a luego ya medios chiles,
mercaba yo harto refino
y regresaba a mi casa donde
miaguardaba mhijo,
y allí duro trago y trago
hasta ponerme bien pinto.

 

Y ahistaba la tarugada,
ya indinantes les he dicho
que lueguito via mi vieja
que llegaba a hablar conmigo,
y encomenzaba a decirme
cosas de muncho cariño
y yo a contestar con ella
como si juera dialtiro
cierto lo qui estaba viendo.

Y en tan mientras que mhijito
se abrazaba a mí asombrado
diciéndome el probe niño
—¿donde está mi mamacita?
Dime ondestá papacito,
¿es verdad que ti está hablando?
¿Cómo es que no la deviso?
—Pos ¿qué no la ve tarugo?
Vaya que lihaga cariños—
y el probecito lloraba
y pelaba sus ojitos
buscando rite asustado
aquella a quien tanto quiso.

Una nochi al regresar
de estarle dando al oficio,
llego y al abrir la puerta
¡hay siñor lo que deviso!
Hecho bolas en el suelo,
taba tirado mhijito,
risi risa como un loco
y pegando chicos gritos.


—¿Qué te pasa? ¿Qué sucede?
¿Te haz güelto loco dialtiro?-
Pero entonces en la mesa
vide el frasco del refino
que yo bia dejado lleno,
enteramente vacío.

Luego luego me dí cuenta
y me puse rite muino.
¿Qué haz hecho itzcuintle malvado?
¡Ya bebites el refino!
Pa quiaprendas a ser güeno,
voy a romperte el hocico.

Entonces con muncho susto
que lhice golver al juicio
y con una voz diangustia
que no he diolvidar me dijo.

—No me pegues, no me pegues,
no soy malo papacito.
Jue pa ver a mi mamita
como cuando habla contigo,
pa que me diera besitos
y mhiciera hartos cariños.

Desdintonces ya no bebo
onqui ande con los amigos,
no es por hacerles desaigre,
es que ya no soy del vicio, y
cuando pienso rajarme
porque siento el gusanito
de beberme alguna copa,
nomás miacuerdo de mhijo,
y entonces sí ya no bebo
manque mi lleven los pingos.

Carlos Rivas Larraui.




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DOLCE FARNIENTE.


Feliz yo que tendido boca arriba,
sin amo sin mujer sin nada de eso;
ni me duelo de Job ni envidio a Creso,
ni me importa que el Diablo muera o viva.

Indiferente a lo que el docto escriba,
en holganza constante me esperezo,
y después de roncar, canto el bostezo,
y después de cantar, Morfeo me priva.

Aquella maldición que Adán nos trajo,
de que “al hombre le sude hasta su lomo
para comer un poco de tasajo”;

por una chanza del Señor la tomo;
que si yo he de comer de mi trabajo,
entonces, la verdad... ¡mejor no como!

Antonio Plaza.

PARA ENTONCES.


Quiero morir al declinar el día,
en alta mar y con la cara al Cielo,
donde parezca un sueño la agonía
y el alma un ave que remonta el vuelo.

No escuchar en mis últimos instantes,
ya con el Cielo y con el mar a solas:
más voces ni plegarias sollozantes,
que el majestuoso tumbo de las olas.

Morir cuando la luz triste retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira:
algo muy luminoso que se pierde.

Morir y joven antes que destruya,
el tiempo aleve, la gentil corona;
cuando la vida dice: —aún soy tuya—
aunque sepamos bien que nos traiciona.

Manuel Gutiérrez Nájera.



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ANTE UN CADÁVER.


Y bien, aquí estás ya, sobre la plancha,
donde el gran horizonte de la ciencia,
la extensión de sus límites ensancha.

Aquí donde la rígida experiencia
viene a dictar las leyes superiores
a que está sometida la existencia.

Aquí donde derrama sus fulgores
ese astro a cuya luz desaparece
la distinción de esclavos y señores.

Aquí donde la fábula enmudece,
y la voz de los hechos se levanta
y la superstición se desvanece.

Aquí donde la ciencia se adelanta
a leer la solución de ese problema,
cuyo sólo enunciado nos espanta.

Ella que tiene la razón por lema,
y que en tus labios escuchar ansía,
la augusta voz de la verdad suprema.

Aquí estás ya tras de la lucha impía,
donde vencer al cabo conseguiste,
la cárcel que al dolor te retenía.

La luz de tus pupilas ya no existe,
tu máquina vital descansa inerte
y a cumplir con su objeto se resiste

—¡Miseria!— Y nada más dirán al verte,
los que creen que el imperio de la vida,
acaba donde empieza el de la muerte.

Y suponiendo tu misión cumplida,
se acercarán a ti y en su mirada,
te mandarán su eterna despedida.

 

Pero no; tu misión no está acabada:
que no es la nada el punto en que nacemos
ni el punto en que morimos es la nada.

Círculo es la existencia, y mal hacemos
cuando al querer medirla le asignamos
la cuna y el sepulcro por extremos.

La madre es sólo el molde en que tomamos
nuestra forma, la forma pasajera
con que la ingrata vida atravesamos.

Pero ni es esa forma la primera
que nuestro ser reviste, ni tampoco
será su última forma cuando muera.

Tú sin aliento ya, dentro de poco,
vlverás a la tierra y a su seno
que de la vida universal es foco.

y allí a la vida en apariencia ajeno,
el poder de la lluvia y del verano,
fecundará de gérmenes tu cieno.

Y al ascender de la raíz al grano,
irás del vegetal a ser testigo
en el laboratorio soberano.

Par volver quizás, cambiado en trigo,
al triste hogar, donde la triste esposa,
sin encontrar un pan sueña contigo.

En tanto que, las grietas de tu fosa,
verán alzarse de su fondo abierto,
la larva convertida en mariposa.

Que en los ensayos de su vuelo incierto,
irá al lecho infeliz de tus amores,
a llevarle tus ósculos de muerto.

Y en medio de esos cambios interiores,
tu cráneo lleno de una nueva vida,
en vez de pensamientos dará flores.

En cuyo cáliz brillará escondida,
la lágrima quizás conque tu amada,
acompañó el adiós de tu partida.

 

La tumba es el final de la jornada,
porque en la tumba es donde queda muerta,
la llama en el espíritu encerrada.

Pero en esa mansión a cuya puerta,
se acaba nuestro aliento, hay otro aliento
que de nuevo a la vida nos despierta.

Allí acaban la fe y el pensamiento,
allí acaban los goces y los males,
allí acaban la fuerza y el talento.

Allí acaban los lazos terrenales,
y fundidos el sabio y el idiota,
se hunden en la región de los iguales.

Pero allí donde el ánimo se agota,
y perece la máquina, allí mismo,
el ser que muere es otro ser que brota.

El poderoso y fecundante abismo,
del antiguo organismo se apodera,
y forma y hace de él otro organismo.

Abandona a la historia justiciera,
un nombre sin cuidarse, indiferente
de que ese nombre se eternice o muera.

Él recoge la masa únicamente,
y cambiando las formas y el objeto,
se encarga de que viva eternamente.

La tumba sólo guarda un esqueleto,
mas la vida en su bóveda mortuoria,
prosigue alimentándose en secreto.

Que al fin de esta existencia transitoria,
a la que tanto nuestro afán se adhiere,
la materia inmortal como la Gloria,
cambia de formas pero nunca muere.

Manuel Acuña.

 

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DORMID TRANQUILOS.


Dormid tranquilos hermanitos míos,
dormid tranquilos padres algo viejos,
porque el hijo mayor vela en su cuarto,
sobre la casa y el reposo vuestro.

Estoy despierto y escuchando todos
los ruidos de la noche y del silencio,
el suave respirar de los dormidos,
alguno que se da vuelta en el lecho,
una media palabra de aquel otro
que sueña en alta voz, el pequeñuelo
que se despierta siempre a media noche
y la tos del hermano que está enfermo.

Hay que educar a los hermanos chicos,
y aseguraros días bien serenos
para la ancianidad oh padre y madre:
dormid tranquilos que yo estoy despierto.

Baldomero Fernández Moreno.
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EL BRINDIS DEL BOHEMIO.


En torno de una mesa de cantina,
una noche de invierno,
regosijadamente departían
seis alegres bohemios.

El eco de sus risas se escapaba
y de aquel barrio quieto,
iban a interrumpir
el imponente y profundo silencio.

El humo de olorosos cigarrillos
que en espirales se elevaba al cielo,
representando al resolverse en nada,
la vida de los sueños.

Era curioso ver aquel conjunto,
aquel grupo bohemio
del que brotaba la palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que melosa y delicada
la música de un verso.

A cada nueva libación, las penas
hallábanse más lejos del grupo
y nueva inspiración llegaba
a todos los cerebros
con el idilio roto que venía
en alas del recuerdo.

Pero en todos los rostros había risas,
inspiración en todos los cerebros,
y repartidas en la mesa copas
pletóricas de ron, whisky o ajenjo.

Olvidaba decir que aquella noche,
aquel grupo bohemio celebraba
entre risas, libaciones,
chascarrillos y versos,
la agonía de un año que amarguras
dejó en todos los pechos,
y la llegada, consecuencia lógica,
del feliz año nuevo.

Una voz varonil gritó de pronto.
—¡Las doce, compañeros!
Digamos el requiescat por el año
que ha pasado a formar entre los muertos,
brindemos por el año que comienza,
porque nos traiga ensueños
y porque no sea su equipaje
un cúmulo de amargos desconsuelos.

—Yo brindo —dijo otra voz— por la esperanza;
que a la vida nos lanza
a vencer los rigores del destino,
por la esperanza, nuestra dulce amiga
que las penas mitiga
y convierte en vergel nuestro camino.

Brindo porque ya hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente mi venganza,
si en mi Cielo de tul: limpio y divino,
no alumbrara mi sino
una pálida estrella: mi esperanza.

 

 

—¡Bravo! —Exclamaron todos—
inspirado esta noche haz estado:
hablaste breve, bueno y substancioso.
El turno es de Raúl, alce su copa
y brinde... Por Europa,
ya que su extrangerismo es delicioso.

—Bebo y brindo —clamó el interpelado—
brindo por mi pasado
que fue de amor, de luz y de alegría
y en el que hubo mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron con la frente mía.

Brindo por el ayer, que en la amargura
que hoy cubre de negrura,
mi corazón esparza sus consuelos,
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de ternuras,
de dichas, de delicias, de desvelos.

—Yo brindo —dijo Juan— porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina y seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi lira:
el verso que suspira,
que sonríe, que canta, y que enamora.

Brindo porque mis versos cual saetas:
lleguen hasta las grietas
formadas de metal y de granito:
del corazón de la mujer ingrata
que a desdenes me mata;
pero que tiene un cuerpo muy bonito.

Porque a su corazón llegue mi canto,
porque enjuguen mi llanto
sus manos que me causan embelesos,
porque con creces mi pasión me pague,
vamos... porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.

Siguió la tempestad de frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas partes acomodo
y a cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente
y libaciones y reír y todo.

Se brindó por la Patria, por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar de una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas,
que el fango del placer cubre de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.

Sólo faltaba un brindis, el de Arturo,
el del bohemio puro
de noble corazón y gran cabeza;
de aquel que sin ambages declaraba
que sólo ambicionaba
robar la inspiración a la tristeza.

Por todos estrechado alzó su copa,
frente a la alegre tropa
desbordante de dicha y de contento,
los envolvió en la luz de su mirada,
sacudió su melena alborotada
y dijo así con inspirado acento.

—Brindó por la mujer, mas no por esa
en la que halláis consuelo en la tristeza
rescoldo del placer; desventurados.
No por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.
Yo no brindo por ella compañeros,
siento por esta vez, no complaceros,
brindo por la mujer pero por una:
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos,
por la mujer que me arrulló en la cuna.

Por la mujer que me enseñó de niño,
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero,
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dio en pedazos
uno por uno el corazón entero.

Por mi madre bohemios, por la anciana
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y muy deseado
porque sueña talvez que mi destino
me señale el camino
por el que pronto volveré a su lado.

Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio vida
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía
y lloró de alegría
sintiendo mi cabeza en su corpiño.

Por ella brindo yo, dejad que llore
y en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina
dejad que llore por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.

Por la anciana infeliz que gime y llora
y que del Cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella,
por mi madre bohemios, que es dulzura
vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida... estrella.

El bohemio calló. Ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la amargura;
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente,
un poema de amor y de ternura.

Guillermo Aguirre y Fierro.

 

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EN PAZ.
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida
ni trabajos injustos ni pena inmerecida.

Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue que en ellas puse hiel o mieles sabrosas;
cuando sembré rosales coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda, largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas,
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.¡
Vida nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Amado Nervo.


MADRIGAL.
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay! Tormentos rabiosos.
Ojos claros, serenos...
ya que así me miráis,
¡miradme al menos!


Gutierre de Cetina.

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MANELIC.


Como una cabra arisca bajó de su montaña,
de su montaña que era salvajemente huraña
como su espíritu hecho a las bravas alturas,
como su cuerpo en donde dejaron huellas duras:
el sol de fuego, el soplo de las tormentas locas
y mordidas de lobos y arañazos de rocas.

Bajó de los picachos a la llanura un día,
allá dejó el rebaño, la choza, la jauría,
los agrios vericuetos, las claras soledades
dominio de las águilas y de las tempestades.

Arriba dejó todo cuanto su vida era,
y con un dulce sueño dentro del alma fiera,
vino a la tierra baja, la tierra misteriosa
que miraba de lo alto como una vaga cosa
que no le era dado conocer hasta cuando
bajase por la amada, que le estaba esperando.

¡La amada, la hembra llena de suavidad, aquella
que él miraba en las noches temblar en cada estrella,
a la que luego en sueños como una luz veía,
y que en el sol brillaba al despertar el día;
aquella en que pensaba sin tregua, año tras año,
viendo cómo en los riscos se ayuntaba el rebaño
y cómo en el silencio del monte adormecido,
las águilas buscaban el calor de su nido!

Y así vibrante bajo las pieles de su sayo,
su ser quizás engendro de una cumbre y de un rayo,
ingenuo, primitivo, enamorado y fuerte,
el pastor bajó un día de cara hacia la suerte.

¡Y allí, en la tierra baja, en la tierra del amo,
Manelic halló cruda decepción al reclamo
de un amor que él quería nuevo, fértil y suyo,
suyo nomás, alegre como un temprano arrullo
de tórtola, como eco de canción, un cariño
como un regazo donde durmiese como un niño!

Y supo que allí lejos de los hoscos rediles
que dejó en la montaña, los hombres eran viles,
más viles y traidores que las malas serpientes
que abajo se arrastraban lo mismo que las gentes.

¡Y supo que su amo, el amo que le daba
la mujer que allá arriba como un cielo soñaba,
era más vil que todos y que también mentía,
y que era como un lobo, que robaba y huía!

 

 

¡Supo algo más horrible: la mujer de su sueño
era del amo. El amo era el único dueño
de todo: de la tierra, del amor, de la vida;
era sólo un siervo, la bestia escarnecida,
una cosa... un pedazo de carne esclavizada,
sin derechos, sin honra, sin amor y sin nada!

Entonces, entre el asco de toda la mentira,
de toda la cruel befa del mundo, sintió ira,
ira trágica y noble de león provocado
que se ha dormido libre y despierta enjaulado.
Y oyó que de él reían como de simple y bobo,
¡de él!, que igual que a un hombre estrangulaba a un lobo.

¡ No pudo más! Y un día se alzó contra el tirano
y le arrancó la vida. ¡Con su plebeya mano
se hizo justicia el siervo!... ¡todos enmudecieron
ante el soberbio triunfo, y estupefactos vieron
cómo el pastor hirsuto, la brava bestia huraña!
¡Con su mujer en brazos se volvió a su montaña!

¡Oh Manelic! ¡Oh plebe que vives sin conciencia
de tu vida oprobiosa, que arrastras la existencia
dócil al yugo innoble, que adormeces tu alma
de hierro, en el marasmo de ignominiosa calma!
¡Oh carne santa y pura del pueblo!, carne abierta
bajo el golpe del látigo infamador: ¡despierta!

¡Cuando entre la impudicia de los hombres te sientas,
cuando en tu pecho el odio desate sus tormentas,
cuando todo te nieguen y te insulte el orgullo
levántate, y exige que te den lo que es tuyo!
Levántate. ¡Tú eres la Fuerza y el Derecho!
¡Si te estrujan la vida, si te infaman el lecho,
si te pagan la honra con mezquino mendrugo,
no envilezcas de miedo soportando al verdugo!

¡No lamas como un perro la mano que te ata!
Haz pedazos los grillos, y si te asedian, ¡mata!
No temas nada y hiere, porque Dios es tu amigo
y por tu brazo a veces desciende su castigo.
¡Que la soberbia aleve halle tu brazo alerta,
que a veces es justicia que la sangre se vierta!

¡Oh Manelic! ¡Oh plebe que vives en la altura!
¡Ven a la “tierra baja”, desciende a la llanura,
y cuando aquí te arranquen en miserable robo
tu ilusión, que tus manos estrangulen al lobo!
¡Que lo fulmine el rayo que vibra en tus entrañas,
y después con lo tuyo, regresa a tus montañas!

Antonio Médiz Bolio.


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NO CLAUDIQUES.
Si en la lid el destino te derriba,
si en tu camino todo es cuesta arriba,
si tu sonrisa es ansia insatisfecha,
si hay inmensa faena y ruin cosecha,
si a tu caudal se contraponen diques;
¡DATE UNA TREGUA, PERO NO CLAUDIQUES!

(fragmento)
Rudiard Kypling


NO CLAUDIQUES

Cuando vayan mal las cosas, como a veces suelen ir,

cuando ofrezca tu camino, solo cuestas que subir,

cuando tengas poco haber pero mucho que pagar,

y precises sonreír cuando tengas que llorar.

Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir

cuando ofrezca tu camino solo cuestas que subir,

cuando ya el dolor te agobie y no puedas ya sufrir

descansar acaso debes pero nunca desistir.

Tras las sombras de la duda, ya plateadas ya sombrías

puede bien surgir el triunfo, no el fracaso que temías,

y no es darle a tu ignorancia figurarse cuan cercano

puede estar el bien que anhelas, y que juzgas tan lejano

lucha, lucha pues por mas que tengas en la brega que sufrir

cuando todo este peor, mas debemos insistir.

Rudyar Kipling

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JUSTICIA.


Todo hombre es un pecador
Fuerza es convenir en ello: .
No hay hombre que en su interior
no esté con la soga al cuello.
Anónimo.


Ceñudo y calenturiento,
sacudo la frente fiera,
como si así consiguiera
¡apartar el pensamiento!

 

 

Pero altivo en mi tormento,
miro al tiempo que pasó,
que las faltas en que yo,
frágil como hombre incurrí:
podrán afligirme, sí;
pero avergonzarme, ¡no!

Dicen que todo mortal,
hasta el que lleva la palma,
es por fallo de su alma,
un condenado al dogal.

 

Mas no tiene suerte igual,
la púrpura y el andrajo,
cuando el culpable no es bajo,
es menos vil su sentencia;
por eso yo en mi conciencia,
reclamo el hacha y el tajo.

Salvador Díaz Mirón.

 

 




ÍNDICE

CULTIVO UNA ROSA BLANCA.
Cultivo una rosa blanca,
en junio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca;
mas para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardos ni ortigas cultivo...
cultivo una rosa blanca.

José Martí

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CRÁPULA.


I
Dadme vino, barajas y mujeres,
porque la vida se me va acabando;
quiero reír en báquicos placeres,
porque estoy con el lama sollozando;
quiero soñar con Capua y con Citeres,
que me está la razón asesinando:
quiero con el licor beber la vida,
quiero burlarme de mi fe perdida.


II
Quiero beber, estoy desfallecido,
mi corazón leproso se entume;
cuanto puede sufrirse yo he sufrido;
dejad que el vino mi cabeza abrume,
que en la crápula estúpida mi olvido
de la vida real que me consume:
dejad, dejad que cínico beodo,
pierda al fin la razón quien perdió todo.


III
Creí que mi ilusión era posible,
pero hallé entre miseria y podredumbre,
de la yerta verdad, la faz horrible;
hoy me devora negra pesadumbre;
que al buscar de mi sueño lo imposible,
me desperté del Gólgota en la cumbre:
y como Cristo en medio del tormento,
os pido de beber, estoy sediento.


IV
¡Sus, a beber! Decapitad botellas,
guerra al dolor, a la lujuria paso;
choque el cristal, las ilusiones bellas,
en el fondo buscad de vuestro vaso;
divinas libaciones, yo por ellas,
me siento arrebatado hasta el Parnaso;
como fue arrebatado de improviso,
el hijo de Sabaca al paraíso.


V
Baco, Noé; sublimes bebedores:
titánicas figuras de la historia;
coronados de bácaras y flores,
debéis estar en la celeste Gloria;
de Baco a la salud, brindo señores;
y de Noé bendigo su memoria:
porque siento al beber que mi alma crece,
y lo grande, pequeño me parece.


VI
Y brillan mis harapos humillantes,
y levanto mi frente de maldito;
enano que desprecio a los gigantes,
infeliz que piedad no necesito;
Job con regia corona de brillantes,
gusano que me arrastro en lo infinito:
cuando bebiendo mi cerebro inflamo,
¡ ¿quien más que yo?! Como Satán exclamo.


VII
Licor divino, emanación del Cielo,
galvánico motor de alma caída;
fuego de inspiración, luz de consuelo;
bezoar contra el veneno de la vida;
tú das calor de la vejez al hielo,
y finges dicha al que la ve perdida:
ossana a ti a quien el orbe ingente,
te consagra su culto reverente.


VIII
Es de dioses la sangre Icor divino,
según la tradición de los paganos,
y la sangre de Dios vuélvese vino,
aseguran católicos romanos,
reveladme iniciados por San Lino,
de la cuba los místicos arcanos:
y si queréis que yo me santifique,
predicad que en la Gloria hay alambique.

IX.
Servid licor, si en duelo tormentoso,
arrastráis una vida desgraciada;
bebed con fe el líquido precioso
en piscina del alma desahuciada;
en báquico espejismo primoroso,
yo miro una esperanza dibujada:
y sueño un porvenir indeficiente,
que brilla ante mi ephata omnipotente.



X
Doquiera culto tributar se mira,
del Dios de Niza al néctar soberano;
por el kumis el tártaro delira,
y por el braga el indio siberiano;
el sake al japonés placer inspira,
y hace el neutle feliz al mexicano:
y agradecido el universo todo,
bendice a Baco al empinar el codo.


XI
Vaga el hombre por áspero comino,
soñando luz entre tiniebla obscura;
y marcha marcha errante peregrino,
sin voluntad, ni objeto ni ventura;
al antojo le arrastra su camino,
como arrastran los vientos la basura:
que su propia razón le desorienta,
y sólo el vino su ilusión alienta.


XII.
Somos en manos del destino loco,
lo que en manos del niño la pelota;
es nuestra mente, de ilusiones foco,
al sentirlas morir, el vicio brota;
y caen las creencias poco a poco,
como agua destilada gota a gota:
yo que sufrí terribles decepciones,
encuentro en el licor mis ilusiones.


XIII.
Yo que presa de bárbaro ateísmo,
a renegar de la amistad me atrevo,
cuando bebo depongo mi egoísmo
y hermano soy del hombre con quien bebo;
engañado por báquico espejismo;
el santo afecto de amistad renuevo:
y de Diógenes quiebro la linterna,
al pasar el dintel de la taberna.


XIV
Yo dudo del amor, falso es en todo;
el amor es un duelo en que uno muere,
amor no es redención, es negro lodo
y guay de aquél a quien su arpón le hiere;
más juicioso que amar es ser beodo,
mi corazón a la amistad prefiere:
a quien sufre cual yo, le doy la mano
y bebe de mi copa y es mi hermano.


XV
Renegad del amor, vivan las bellas
copas a las que doy sabrosos besos,
porque en los labios cristalinos de ellas,
están los goces del Edén impresos;
amo tanto las copas y botellas
que me llena de envidia hasta los sesos,
el mosquito sinóptico que boga
en rojo vino hasta que en él se ahoga.


XVI
Quien nada espera ya, maldice al mundo,
y nada espero yo, todo he perdido,
sufre el alma tormento sin segundo,
el licor es un bálsamo querido,
que hace olvidarme de mi mal profundo;
viejo, enfermo del alma, descreído:
sólo vivo lo juro sin empacho,
con la vida ficticia del borracho.


XVII
Allá en mi juventud de fuego llena,
vagaba audaz mi fantasía de loco,
cual vuela el grano de caliente arena,
arrebatado en alas del siroco;
mi alma otro tiempo compasiva y buena,
envenenada está, la verdad toco;
y bebiendo, bebiendo soy felice,
magüer la sociedad se escandalice.


XVIII
Sociedad exigente y corrompida,
lujuria en el altar santificada,
severa mojigata descreída,
Safo, de Sor Teresa disfrazada;
ramera de pudor enrojecida,
reina loca de cieno coronada:
adúltera que audaz alzas el dedo,
yo ni borracho respetarte puedo.

Antonio Plaza.

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A MARÍA LA DEL CIELO.


Flor de Abraham que su corola ufana,
abrió al lucir de redención la aurora,
tú del Cielo y del mundo soberana,
tú de vírgenes y ángeles Señora.

Tú que fuiste del verbo la elegida,
para madre del verbo sin segundo,
y con tu sangre se nutrió su vida,
y con su sangre libertose el mundo.
--------------------------------------------------------
Tú que del hombre dios, el sufrimiento
y el estertor convulso presenciaste,
y en la roca del Gólgota sangriento,
una historia de lágrimas dejaste.

Tú que ciñes diadema resplendente,
y más allá de las bramantes nubes,
habitas un palacio trasparente,
sostenido por grupos de querubes.

Y es de luceros tu brillante alfombra,
donde resides no hay tiempo ni espacio,
y la luz de ese sol es negra sombra
de aquella luz de tu inmortal palacio.

Y llenos de ternura y de contento,
en tus ojos los ángeles se miran,
y mundos mil abajo de tu asiento,
sobre sus ejes de brillantes giran.

Tú que la Gloria omnipotente huellas,
y vírgenes y tronos en su canto,
te aclaman soberana y las estrellas,
trémulas brillan en tu regio manto.

Aquí me tienes a tus pies rendido,
y mi rodilla nunca tocó el suelo,
porque nunca señora le he pedido,
ni amor al mundo ni piedad al Cielo.

Si bien, dentro del alma he sollozado,
ningún gemido reveló mi pena,
porque siempre, soberbio y desgraciado,
pisé del mundo la maldita arena.
-------------------------------------------------

Y cero nulo el la social partida,
rodé al acaso en páramo infecundo,
fue mi tesoro una arpa enronquecida
y vagué sin objeto por el mundo.

Y solo por doquier, sin un amigo,
viajé señora lleno de quebranto,
envuelto en mis harapos de mendigo,
sin fe en el alma ni en los ojos llanto.

Pero su orgullo el corazón arranca,
y hoy que el pasado con horror contemplo,
la cabeza que el crimen volvió blanca,
inclino en las baldosas de tu templo.

Si eres oh virgen, embustero mito,
yo quiero hacer a mi razón violencia,
porque creer en algo necesito
y no tengo señora una creencia.

¡Ay de mí!, sin creencias en la vida,
veo en la tumba las puertas de la nada,
y no encuentro la dicha en la partida
ni la espero después de la jornada.

Dale señora por piedad ayuda,
a mi alma que el infierno está quemando,
el peor de los infiernos es la duda
y vivir no es vivir siempre dudando.

Si hay otra vida de ventura y calma,
si no es cuento promesa tan sublime
entonces por piedad llévate mi alma,
que en mi momia de barro se comprime.

----------------------------------------
Tú que eres tan feliz, debes ser buena,
tú que te haces llamar “Madre del hombre”,
si tu pecho no pena por mi pena,
no mereces a fe tan dulce nombre.

El alma de una madre es generosa,
inmenso como Dios es su cariño,
recuerda que mi madre bondadosa,
a amarte me enseñó cuando era niño.

Y de noche en mi lecho se sentaba,
y ya desnudo, arrodillar me hacía,
y una oración sencilla recitaba,
que durmiéndome yo la repetía.

Y ya dormido te miraba en sueños,
inmaculada madre de pureza.
Y un grupo vía de arcángeles pequeños
en torno revolar de tu cabeza.

Mi juventud señora vino luego,
y cesaron mis tiernas oraciones,
porque en mi alma candente como el fuego,
ardió la tempestad de las pasiones.

Es amarga y tristísima mi historia,
en mis floridos y mejores años,
ridículo encontré buscando gloria,
en lugar del amor los desengaños.

Y yo que tantas veces te bendije,
despechado después y sin consuelo,
sacrílego señora te maldije y
maldije también al santo Cielo
. .............................................................................
Y con penas sin duda muy extrañas,
airado el Cielo castigarme quiso,
porque puso el Infierno en mis entrañas,
porque puso en mi frente el Paraíso.

Quise encontrar a mi dolor remedio
y me lancé del vicio a la impureza
y en el vicio encontré cansancio y tedio
y me muero señora de tristeza.

Y viejo ya, marchita la esperanza,
llego a tus pies arrepentido ahora;
virgen que todo del Señor alcanza,
sé tú con el Señor mi intercesora.

Dile que horrible la expiación ha sido,
que horribles son las penas que me oprimen;
dile también señora, que he sufrido
mucho antes de saber lo que era crimen.

Si siempre he de vivir en la desgracia,
¿porqué entonces murió por mi existencia?
Si no quiere o no puede hacerme gracia,
¿donde está su bondad y omnipotencia?

Perdón al que blasfema en su agonía,
y haz que calme llorando sus enojos;
que es horrible sufrir de noche y día
sin que asome una lágrima a los ojos.

Quiero el llanto verter de que está henchido
mi pobre corazón hipertrofiado,
que si no lloro hasta quedar rendido,
por Dios me moriré desesperado.

Si comprendieras lo que sufro ahora.
¡Aire aire infeliz que me sofoco!
Se me revienta el corazón señora.
¡Piedad, piedad de un miserable loco!

Antonio Plaza.


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POBRE DE MÍ.


Pobre de mí, las horas que pasaron,
horas de luto y de pesares fueron,
y las horas que aquellas remolcaron,
saturadas de lágrimas vinieron.


Pobre de mí, fatalidad sombría,
me persigue doquier amenazante,
y en mis horas salvajes de agonía,
es un nuevo martirio cada instante.

Pobre de mí, para el dolor nacido,
es mi vida tormento prolongado,
nadie ha sufrido lo que yo he sufrido,
porque soy como nadie desgraciado.

Pobre de mí, sin esperar ventura,
triste vegeto en aparente calma,
y al recordar mi historia de amargura,
me punza el corazón, me duele el alma.

Pobre de mí, con los pesares lidio,
sin esperanza y los tormentos crecen,
y aunque bostezo hastiado de fastidio,
al bostezar, mis ojos se humedecen.

Pobre de mí, la mente voladora,
soñó un tiempo fantásticas beldades,
que mi alma como fuego abrasadora,
formada fue de locas tempestades.

Pobre de mí, el alma que atrevida,
audaz ayer lo desafiaba todo,
es águila sin alas abatida
que impotente se arrastra por el lodo.

Pobre de mí, el ánima tan llena
de fuego juvenil se fue gastando,
es un alma infeliz, ánima en pena,
sombra del alma que cayó luchando

 

Pobre de mí, tormentos muy atroces,
sin piedad mis entrañas atarazan,
ni en el bien ni en el mal encuentro goces,
la virtud y los vicios me rechazan.

Pobre de mí, no arrancan un gemido,
los arpones que el pecho me atraviesan,
pero al sentir mi espíritu caído,
me pesa el corazón, los muertos pesan.

Pobre de mí, emponzoñada herida,
desgarra el corazón cansado y yerto,
vivo para sentir mi horrible vida,
respiro aún para saber que he muerto.

Pobre de mí, el llanto comprimido,
en mi rebelde corazón guardado,
tanto permaneció que corrompido,
en repugnante hiel se ha transformado.

Pobre de mí, en mi fatal carrera,
llevo una vida miserable, trunca,
y al caer en mi lecho yo quisiera,
no ver la luz ni levantarme nunca.

Pobre de mí; al que se muere envidio,
y lucho y miro en sueños agitados,
el tentador espectro del suicidio;
y la faz de mis hijos adorados.


Pobre de mí; el porvenir me aterra,
de esas criaturas que mi pan reciben;
y los lazos que me unen a la tierra,
no los puedo romper porque ellos viven.

Pobre de mí, hasta que yo sucumba,
he de sufrir la saña de la suerte,
sólo me queda una ilusión: la tumba;
bendigo a Dios porque inventó la muerte.

Antonio Plaza.

 

 

 



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DOS ENTIERROS..
Asomado al balcón vi que pasaba
un gran entierro, su cortejo ingente,
con pompa funeral, muy lentamente,
invadiendo tres calles desfilaba.

Y más tarde pasó. ¿Pasó? ... Volaba:
otro entierrillo rápido, impaciente,
iba el muerto en arcaz, hasta indecente,
y nadie al muerto aquél acompañaba.

Comparando pensé: yo no me explico
lo que hay tras de la muerte, mas diría:
que el pobre que la teme es un borrico.

Que si la muerte da con saña impía
fin a la vida cómoda del rico,
también da fin del pobre a su agonía.

Antonio Plaza.

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ESTE ERA UN REY...

Ven mi Juan y toma asiento
en la mejor de tus sillas,
siéntate aquí en mis rodillas
y presta atención a un cuento.

Así estás bien, eso es,
muy cómodo y muy ufano,
pero... ten quieta esa mano,
¡vamos! Sosiega esos pies.

Éste era un Rey... me maltrata
el bigote ese cariño.
Éste era un Rey... ¡vamos niño
que me rompes la corbata!

Si vieras con qué placer
ese Rey... ¡Jesús! ¿Qué haz hecho?
¿Lo ves? En medio del pecho
me haz clavado un alfiler.

Y, ¿mi dolor te da risa?
Escucha y tenme respeto.
Éste era un Rey... deja quieto
el cuello de mi camisa.

Oír atento es la ley
que a cumplir aquí te obligo.
Deja mi reloj, prosigo.
¡Atención! Éste era un Rey...

Me da tormentos crueles
tu movilidad chicuelo,
¿ves? Haz regado en el suelo
mi dinero y mis papeles.

Responde ¿me haz de escuchar?
Éste era un Rey... ¡qué locura!
Me tiene en grande tortura
que te muevas sin parar.

Mas ¿ya estás quieto? Sí, sí.
Al fin cesa mi tormento.
Éste era un Rey... oye el cuento
inventado para ti.

 

 

 

Y agrega el niño que es ducho
en tramar cuentos a fe:
—Éste era un Rey... ya lo sé,
porque lo repites mucho.


Y me gusta el cuentecito
y mira ya lo aprendí:
Éste era un Rey... ¿no es así?
¡Qué bonito! ¡Qué bonito!

Y de besos me da un ciento
y pienso al ver sus cariños:
los cuentos para los niños
no requieren argumento.

Basta con entretener
su espíritu de tal modo,
que nos puedan hacer todo
lo que nos quieran hacer.

Con leguaje grato o rudo,
un niño sin hacer caso
va dejando paso a paso,
a su narrador desnudo.

Infeliz el que se escama
con esas dulces locuras,
si estriba en sus travesuras
el argumento del drama.

Oh Juan, me alegra y me agrada
tu movilidad tan terca,
te cuento por verte cerca
y no por contarte nada.


Y bendigo mi fortuna,
oye el cuento y la sabrás,
era un Rey... al que jamás
le sucedió cosa alguna.

Juan de Dios Peza.

 

 

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SI TÚ ME DICES VEN.

Si tú me dices ven, lo dejo todo,
no volveré siquiera la mirada
para buscar a la mujer amada;
pero dímelo fuerte, de tal modo,
que tu voz como toque de llamada,
vibre en el más íntimo recodo
del ser, levante el alma de su lodo
y hiera al corazón como una espada.

Si tú me dices ven, todo lo dejo,
llegaré a tu santuario casi viejo
y al fulgor de la luz crepuscular;
mas he de compensarte mi retardo,
difundiéndome ¡oh Cristo! Como un nardo
de perfume sutil ante tu altar.
Amado Nervo.

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INACCESIBLE.

Dios es inaccesible al instrumento científico,
al crisol y a la retorta;
pero es siempre accesible para el alma.

Jamás despejarán su inmenso enigma,
la suficiencia y el orgullo humanos
cual si fuese ecuación. El telescopio
no habrá de sorprenderle entre los orbes
ni la lente del ultramicroscopio
le encontrará en las células.


Él dio su ley al Universo y calla,
recatando su faz en lo absoluto.
Pero que el triste y conturbado espíritu
le busque como el "súmum" de los bienes
y allá en lo más profundo de sí mismo,
la voz maravillosa del abismo
le dirá con amor —aquí me tienes.

Amado Nervo.

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HAMLET (MONÓLOGO).

Ser o no ser; he ahí el dilema, ¿qué es más noble? ¿Soportar el alma los duros tiros de la adversa suerte, o armarse contra un mar de desventuras, hacerles frente, y acabar con ellas?.
Morir, dormir... no más. ¿Pensar que un sueño que da fin a las angustias y mil males que hereda nuestra carne es meta digna de ser íntimamente deseada?.
Morir... dormir... dormir... soñar acaso. He ahí el tropiezo. El pensar, qué sueños podrán sobrevenir en aquel hondo letargo de la muerte cuando el alma, este mortal despojo haya arrojado, por fuerza ha de ser parte a detenernos.
Esa es la reflexión que a la desdicha tan larga vida da. Pues, ¿quién sufriera del tiempo la irrisión y vil escarnio, del opresor el yugo, los ultrajes del orgulloso, el ansia, los tormentos de un mal pagado amor, de la justicia la lentitud, del mando la insolencia, el menosprecio con que aleve trata la indignidad al mérito paciente, pudiendo por sí mismo procurarse con un puñal reposo? ¿Quién llevara gravosas cargas, quién gimiera triste, sudando bajo el peso de esta odiosa, cansada vida, si el temor que infunde algo desconocido tras la muerte (aquella ignota tierra, cuyos lindes no vuelve a traspasar viandante alguno) no confundiese el alma y nos hiciese; antes sufrir los males que nos cercan que huir en busca de otros que ignoramos?
Así en cobardes nos convierte a todos tremenda la conciencia; así se apaga el fuego natural de la osadía, de la prudencia al pálido reflejo. Por eso empresas de importancia suma, y llenas de vigor, mudan camino y de hecho nombre pierden...
W. Shakespeare.

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LA CAÍDA DE LAS HOJAS


Cayó como rosa en mar revuelto
y desde entonces a llevar no he vuelto
a su sepulcro: lágrimas y amores;
porque el ingrato corazón se olvida
cuando está en los deleites de la vida,
que los sepulcros necesitan flores.

Murió aquella mujer con la dulzura
de un lirio deshojándose en la albura
del manto de una virgen solitaria.
Su pasión fue más honda que el misterio;
vivió como una nota de salterio,
murió como una enferma pasionaria.

Espera, —me decía suplicante—
todavía el desengaño está distante,
no me dejes recuerdos ni congojas.
Aún podemos amar con mucho fuego,
no te apartes de mí, yo te lo ruego,
espera la caída de las hojas.

Espera la llegada de las brumas,
cuando caigan las hojas y las plumas
en los arroyos de aguas entumidas.
Cuando no haya en el bosque enredaderas,
y noviembre deshoje las postreras
rosas fragantes al amor nacidas.

Hoy no te vayas, alejarte fuera,
no acabar de vivir la primavera
de nuestro amor que se consume y arde.
Todavía no hay caléndulas marchitas,
y para que me llores necesitas
esperar la llegada de la tarde.

 

 

Entonces desplomando tu cabeza
en mi pecho que es nido de tristeza
me dirás lo que en sueños me decías;
pondrás tus labios en mi rostro enjuto
y anudarás con un listón de luto:
mis manos cadavéricas y frías.

No te vayas por Dios; hay muchos nidos
y rompen los claveles encendidos
con un beso sus vírgenes corolas;
todavía tiene el alma arrobamientos
y se pueden juntar dos pensamientos
como se pueden confundir dos olas.

Deja que nuestras almas soñadoras,
con el recuerdo de perdidas horas,
cierren y entibien sus alitas pálidas
y que se rompa nuestro amor en besos
cual se rompe en los árboles espesos
en abril, un torrente de crisálidas.

¿No ves cómo el amor late y anida
en todas las arterias de la vida
que se me escapa ya? Te quiero tanto,
que esta pasión que mi tristeza cubre,
me llevará como una flor de octubre
a dormir para siempre al camposanto.

Me da pena morir siendo tan joven
porque me causa celo que me roben
este cariño que la muerte trunca,
y me presagia el corazón enfermo,

 


que si en la noche del sepulcro duermo,
no he de volver a contemplarte nunca.

Nunca, ¡jamás!... en mi postrer regazo
no escucharé yo el eco de tu paso
ni el eco de tu voz, secreto eterno;
si dura mi pasión tras de la muerte
y ya no puedo cariñosa verte,
me voy a condenar en un infierno.

¡Ay! Tanto amor para tan breve instante.
¿Porqué la vida cuanto más amante,
es más fugaz? ¿Porqué nos brinda flores?
Flores que se marchitan sin tardanza
al reflejo del sol de la esperanza
que nunca deja de verter fulgores.

No te alejes de mí, que estoy enferma,
espérame un instante, cuando duerma,
cuando ya no contemples mis congojas.
Perdona si con lágrimas te aflijo.
— y cerrando los párpados me dijo,
—¡espera la caída de las hojas!.


Ha mucho tiempo el corazón cobarde
la olvidó para siempre, ya no arde
aquel amor de los lejanos días;
pero ¡ay! A veces al soñarla siento,
que estremecen mi ser calenturiento,
sus manos cadavéricas y frías.

Fernando Celada.

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VOLVERÁN LAS OBSCURAS GOLONDRINAS.


Volverán las obscuras golondrinas
a tu balcón sus nidos a colgar
y otra vez con el ala en sus cristales...
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban,
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
ésas no volverán.

Volverán las tupidas madreselvas
en tu jardín sus tapias a escalar
y otra vez por la tarde, aún más hermosas...
sus flores abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar,
y caer como lágrimas de día...
ésas no volverán.

Volverán del amor en tus oídos,
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño...
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios en el altar,
como yo te he querido; desengáñate...
¡nadie te querrá!.

Gustavo Adolfo Becquer.

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RENUNCIACIÓN


¡Oh! Sidharta Gautamma Tú tenías razón,
las angustias nos vienen del deseo.
El Edén consiste en no anhelar,
en la renunciación completa,
irrevocable de toda posesión,
quien no desea nada donde quiera está bien.

El deseo es un vaso de infinita amargura,
un pulpo de tentáculos insaciables que al par
que se cortan, renacen para nuestra tortura.
El deseo es el padre del esplín, de la hartura
y hay en él más perfidias que olas haya en el mar.

Quien bebe como el Cínico* el agua con la mano,
quien de volver la espalda al dinero es capaz,
quien ama sobre todas las cosas al Arcano;
ese es el victorioso, el fuerte, el soberano
y no hay paz comparable con su perenne paz.

Amado Nervo.
*Diógenes


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COBARDÍA.


Pasó con su madre, qué rara belleza,
qué rubios cabellos de trigo garzul,
qué ritmo en el paso, qué innata realeza
de porte, qué formas bajo el fino tul.

Pasó con su madre volvió la cabeza,
me clavó muy hondo su mirada azul.
Quedé como en éxtasis con febril premura,
¡síguela! Gritaron: cuerpo y alma a la par;
pero tuve miedo de amar con locura,
de abrir mis heridas que suelen sangrar
y no obstante toda mi sed de ternura,
cerrando los ojos; la dejé pasar.

Amado Nervo.


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GRATIA PLENA.


Todo en ella encantaba, todo en ella atraía,
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar;
el ingenio de Francia de su boca fluía,
era llena de gracia como el Avemaría,
quien la vio no la pudo ya jamás olvidar.

Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como margarita sin par,
al influjo de su alma celeste amanecía,
era llena de gracia como el Avemaría,
quien la vio no la pudo ya jamás olvidar.

Cierta dulce y amable dignidad le investía,
de no sé qué prestigio lejano y singular,

más que toda princesa, princesa parecía,
era llena de gracia como el Avemaría,
quien la vio no la pudo ya jamás olvidar.

Yo gocé el privilegio de encontrarla en mi vida
de dolor, y por ella tuvo fin mi anhelar,
y cadencias arcanas halló mi poesía,
era llena de gracia como el Avemaría,
quien la vio no la pudo ya jamás olvidar.

Cuánto. cuánto la quise, por diez años fue mía,
pero flores tan bellas nunca pueden durar,
era llena de gracia como el Avemaría,
y a la fuente de gracia de donde procedía,
se volvió como gota que se vuelve a la mar.

Amado Nervo.


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LA VIDA ES SUEÑO

(fragmento)

Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
Sueña el Rey que es Rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!:
¡¿que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?!

 

Sueña el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
de estas cadenas cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Pedro Calderón de la Barca
Madrid 1600-1681

 

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AUTO-EPIGRAMA

Ya me gradué de Patán

Y magnífico tribuno
De circo de bataclán

Hoy quiero hacerla de tox
Y de gallito de “porra”
Aunque traducido Fox
Del inglés

GUVI770818MJCTLS02

DESPECHO


Arcanidad terrible de la vida,
destino lleno de rigor sin nombre,
infamia entre las sombras escondida,
aprieta sin piedad que das en hombre.

No esperes con tu golpe furibundo,
avasallar mi soberano aliento,
es grande mi tormento como el mundo
pero el alma es mayor que mi tormento.

Y siempre aquí con arrogante calma,
de tus rencores la sin par fiereza
afronto audaz que la grandeza de alma,
aunque pequeño soy, es mi grandeza.

Nunca al poder ni al oro me arrodillo
y aunque me agobie padecer tirano;
me muero de hambre pero no me humillo,
seré cadáver pero no, gusano.

¡Bien alma bien! Porque jamás te humillas,
eres inmensa en tu sufrir constante,
no mendigues la Gloria de rodillas,
conquístala de pie: mártir gigante.

Nací juguete de la vil fortuna
y me acompañan en fatal camino:
la negra sombra que cubrió mi cuna,
la negra mano que marcó mi sino.

A la luz de brillantes ilusiones
de la horrible verdad, vi los arcanos;
y fue mi alma festín de las pasiones
como el cuerpo es festín de los gusanos.

Lloré por la esperanza asesinada
pero tanto creció mi desventura,
que traduje en sonora carcajada
la suprema expresión de la amargura.

 

Y al fin cansado de mortal quebranto,
adopté el estoicismo por divisa,
tanto lloré que se agotó mi llanto,
tanto reí que se acabó mi risa.

Sin fe, sin juventud, la despreciada
vida infeliz indiferente rueda;
con mi última esperanza evaporada,
¿qué me queda en el mundo? ¿qué me queda?

Ya no tengo sonrisa ni gemido
ni amo ni aborrezco ni ambiciono,
que en indolencia criminal sumido,
hasta a mi propio espíritu abandono.

Hora tras hora solitario pierdo,
envuelto en bruma de oriental pereza,
es mi goce sufrir con el recuerdo,
entregado al placer de la tristeza.

Pláceme abrir heridas mal cerradas,
contemplando a la espalda de los años:
ilusiones de fuego sepultadas
a la luz de terribles desengaños.

También un tiempo ¡Ay de mí!
Tras de fantasmas risueños,
desatinado corrí
porque la razón perdí,
entre marañas de sueños.

Lindo germen de ilusión
de mi espíritu gastado
engendró loca pasión,
soñó con la redención
mi frente de condenado.

En mi desencanto amé
creyendo que no creía,
y más desencanto hallé.
¡Imbécil! ¿Porqué soñé,
cuando soñar no debía?

 

Amé a una mujer como ama
quien amar no cree, su llanto
alzó en mi ser una llama
como alza fosfórea flama
la lluvia en el camposanto.

Pero ¡Ay! de aquellas historias,
sólo guarda el corazón
recuerdos de muertas glorias,
memorias, sólo memorias
que sólo memorias son.

Porque mis sueños huyeron
y mis amores volaron,
mis esperanzas murieron
y los placeres que fueron:
luto en el alma dejaron.

Hoy en negra decepción,
los desprecios y el cariño
para mí lo mismo son;
que en lugar de corazón
llevo el cadáver de un niño.

De luz imposible mi cráneo era foco,
de luz imposible mis sueños vestí,
pero ¡Ay! que mis sueños febriles de loco,
en mares de sombras perdiéronse al fin.

El alma la vida apenas soporta,
la paz de las tumbas del alma es la paz;
yo soy un pasado que a nadie le importa,
soy en esta tierra cadáver social.

¡Guay del que vegeta con sueños despierto!
dormirse soñando es muerto vivir...
yo vivo y no sueño, cadáver despierto,
del ser y la nada parodia infeliz.

Al cielo pregunto con ansia indecible:
¿los mártires suben de Dios al dosel?
el cielo se calla, y un eco terrible
me dice: ¡No sueñes... Mentira es la fe!

Quien deja la vida de luto y hastío
se vuelve a la nada que de ella salió,
tras esas estrellas no hay más que vacío;
me dice: ¡No sueñes... Mentira es la fe!

El hombre, ese imbécil gusano pequeño,
de orgullo inflamado, se juzga inmortal;
pero es la existencia la sombra del sueño
del sueño que forja la nada quizá.

........................

Señor, de la duda me asfixia el abismo,
te ruego que mandes a mi alma infeliz
la fe sacrosanta o el negro ateísmo...
negar es creer... dudar es sufrir.

Antonio Plaza.

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A BACO


Salud, !oh Baco! Tu Poder insólito,
es en la tierra talismán vivífico;
quien ha probado tu licor magnífico,
se vuelve siempre tu constante acólito...

Por ti, en las jaulas del glorioso Hipólito
maldicen el idiota y el científico
al mundo artero, que sonríe pacífico
de sus pesares, con cinismo insólito,

pero tú en cambio con bondad magnánima
cuando enardeces mi cerebro escuálido
haces vivir mi lacerada ánima

haces crecer mi corazón inválido:
y juro, por San Juan y la Verónica,
pasar la vida en borrachera crónica.

Antonio Plaza.

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PAQUITO

Cubierto de jiras,
al ábrego hirsutas
al par que las mechas
crecidas y rubias,
el pobre chiquillo
se postra en la tumba,
y en voz de sollozos
revienta y murmura:
«Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«¡Qué bien que me acuerdo!
La tarde de lluvia;
las velas grandotas
que olían a curas;
y tú en aquel catre
tan tiesa, tan muda,
tan fría, tan seria,
y así tan rechula!
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

 

«Me acuesto en rincones
solito y a obscuras.
De noche, ya sabes,
los ruidos me asustan.
Los perros divisan
espantos y aúllan.
Las ratas me muerden,
las piedras me punzan...
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«Papá no me quiere.
Está donde juzga
y riñe a los hombres
que tienen la culpa.
Si voy a buscarlo,
él bota la pluma,
se pone muy bravo,
me ofrece una tunda.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.


Salvador Díaz Mirón

«Buscando comida,
revuelvo basura.
Si pido limosna,
la gente me insulta,
me agarra la oreja,
me dice granuja,
y escapo con miedo
de que haya denuncia.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

«Los otros muchachos
se ríen, se burlan,
se meten conmigo,
y a poco me acusan
de pleito al gendarme
que viene a la bulla;
y todo, porque ando
con tiras y sucias.
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».

Y un cielo impasible
despliega su curva.

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EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS

Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.


Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.

Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.


 

Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.

Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.

La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos...
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...
el seminarista de los ojos negros.

Corriendo los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.

Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros...

Miguel Ramos Carrión


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si conoces alguna poesía o tienes algún comentario, te agradeceré

me lo hagas llegar a mi correo: tomas@guitron.net

HIJOS

Hijos, si quieren amarme bien pueden hacerlo,
su cariño es oro que nunca desdeño
mas quiero comprendan que nada me deben,
SIGO SIENDO EL PADRE, tengo los deberes.
Nunca en mis angustias por verlos contentos
he trazado signos de tanto porciento.

Ahora mis niños quisiera orientarles,
mis REPRESENTANTES irán a cobrarles,
serán hijos suyos, gota de su sangre
y presentarán cheques por cien mil afanes.

Entonces mis niños como gente honrada
a sus propios hijos, de la misma forma;
deberán pagarles.

Rudyard Kipling.

Ésta es una versión pluralizada
de la versión original en singular.
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LA SUAVE PATRIA
Ramón López VelardePROEMIO

Yo que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro,
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo,
para cortar a la epopeya un gajo.

Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo Chuan
que remaba la Mancha con fusiles.

Diré con una épica sordina:
Mi patria es impecable y diamantina.

Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.

PRIMER ACTO

Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.

El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros de petróleo, el diablo.

Sobre tu Capital, cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.

Patria: tu mutilado territorio
se viste de percal y de abalorio.

Suave Patria: tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería.

Y en el barullo de las estaciones,
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.

¿Quién, en la noche que asusta a la rana,
no miró, antes de saber del vicio,
del brazo de su novia, la galana
pólvora de los fuegos de artificio?

Suave Patria: en tu tórrido festín
luces policromías de delfín,
y con tu pelo rubio se desposa
el alma, equilibrista chuparrosa,
y a tus dos trenzas de tabaco, sabe
ofrendar aguamiel toda mi briosa
raza de bailadores de jarabe.

Tu barro suena a plata, y en tu puño,
su sonora miseria de alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos, se vacía
el santo olor de la panadería.

Cuando nacemos, nos regalas notas,
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera,
suave Patria, alacena y pajarera.

Al triste y al feliz dices que sí,
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del ajonjolí.

¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena,
de deleites frenéticos nos llena!

Trueno de nuestras nubes, que nos baña
de locura, enloquece a la montaña,
requiebra a la mujer, sana al lunático,
incorpora a los muertos, pide el viático,
y al fin derrumba las madererías
de Dios, sobre las tierras labrantías.

Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas;
oigo lo que se fue, lo que aún no toco,
y la hora actual con su vientre de coco.
Y oigo en el brinco de tu ida y venida,
¡oh trueno, la ruleta de mi vida!

INTERMEDIO (Cuauhtémoc)

 

Joven abuelo: escúchame loarte
único héroe a la altura del arte.

Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de ceniza de tus plantas.

No como a César el rubor patricio
te cubre el rostro en medio del suplicio:
tu cabeza desnuda se nos queda,
hemisféricamente, de moneda.

Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera, el azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías,
la Malinche, los ídolos a nado,
y por encima, haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz.

SEGUNDO ACTO

Suave Patria: tú vales por el río
de las virtudes de tu mujerío.
Tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol,
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.

Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.

Inaccesible al deshonor, floreces:
creeré en ti, mientras una mexicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.

Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagro, como la lotería.

Tu imagen, el Palacio Nacional,
con tu misma grandeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.

Te dará, frente al hambre y al obús,
un higo San Felipe de Jesús.

Suave Patria: vendedora de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.

Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti, el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.

Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu peinado denso,
frescura de rebozo y de tinaja:
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.

Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombras, porque tú trepidas.

Quieren morir tu ánima y tu estilo,
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.

Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el Ave
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, ¡oh! Patria suave.

Sé igual y fiel; pupilas de abandono;
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja
la carreta alegórica de paja.

Ramón López Velarde

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EL MOCOSUELO

¿Por qué lloras mocosuelo?

¿Qué pena causa tu llanto?

¿Por qué lloras niño tanto?

-Porque me pegó mi abuelo.

 

-Cuando te dio ese castigo

la falta sería muy grave.

-No señor, si usted no sabe,

cómo es de malo conmigo,

desde que yo me levanto,

y aunque se oponga mi abuela...

él me despacha a la escuela,

y ¡yo la aborrezco tanto!

Ampliación:

Han sido muchas personas las que me han preguntado acerca de la poesía completa y la realidad es que así es como nos le enseñó mi mamá cuando niños, por lo que me he concretado a decir eso y que si alguien sabía de alguna manera la poesía completa habría de agradecerle el que me la hiciera saber para satisfacción propia y de los que se interesen en dicha poesía.

Ahora en junio de 2010; Raúl carbajal Aguilar atendiendo a dicha petición, tuvo la amabilidad de mandarme una versión completa, la cual, tengo a bien añadirla, para información de los que se interesen.

Me tomo la libertad de transcribir su amable misiva tal y como la recibí para la información y créditos correspondientes.

ÍNDICE

Sr Tomás Güitrón Betancourt:

Reciba un saludo desde Puebla.
Me comprometí a mandarle la poesía a la brevedad,
pero no contaba con el hecho de tener que verificar
su contenido y puntuación;

ya la tengo.

Sepa que esta poesía se la enseñó a mi padre, Maria Valderrama:
hija de su maestro, allá por 1941 en Tehuacán Puebla
en el Colegio JUSTO SIERRA del honorable profesor Manuel Balderrama Vargas.

Mi padre: Raul Carvajal Rodriguez, con el tiempo fue médico y profesor; y en 6o grado, siendo
mi maestro, me la enseño a mí allá por de 1975; y hace unos días me la recordó completa
y se la mandamos con gusto.


Raul Carvajal Aguilar

EL NIÑO Y EL MENDIGO

(Anónimo)

MENDIGO:
¿Por qué lloras mocosuelo?
¿Qué pena causa tu llanto?
¿Por qué lloras niño tanto?

NIÑO:
¡Porque me pegó mi abuelo!

MENDIGO:
Cuando te dio ese castigo
¿Sería la causa muy grave?

NIÑO:
No señor si usted no sabe
Cómo es de malo conmigo
Desde que yo me levanto
Y aunque se oponga mi abuela
Él me despacha a la escuela y yo la aborrezco tanto

MENDIGO:
¿Qué, no te gusta estudiar?
Aprender la geometría,
La historia, la geografía…

NIÑO:
¡No señor!
Lo que me gusta es jugar
Por eso llevo cargando
Mi pelota y mi canica
Mientras el maestro explica
Yo me divierto jugando.

MENDIGO:
¡Pasa el tiempo! ¡Ya se ve!
Y tú nunca sabrás nada!

NIÑO:
¡Sí, es la vida cansada
Eso del A, B y C…!

MENDIGO:
Desdichado no prosigas
Blasfemando de esa suerte
Más te valiera la muerte
Eso nunca jamás digas.
¿Ves mi triste situación?
Mendigando en la existencia
Es porque no amé la ciencia.
Porque huí de la instrucción
Como tú me divertía
Siempre en el aula jugando.
Y Ya ves hoy mendigando
Voy el pan de cada día.

NIÑO:
Me causa oíros tristeza
Siento miedo, por favor
¿Queréis decirme señor?
¿Es muy mala la pobreza?

MENDIGO:
Es horrible niño mío
Es no tener un hogar
Es llorar, siempre llorar
Es morir de hambre y de frío.

NIÑO
¡Jesús! Que horrible ha de ser
No tener ningún abrigo
Yo no quiero ser mendigo
Decidme ¿Qué debo hacer?

MENDIGO
Debes oh niño inocente
Atesorar instrucción
Formarte un buen corazón
Y ante todo ser prudente
Y al salir de la niñez
Con el alma bien formada
Al trabajo acostumbrada
De tu pan una tajada
Guarda para la vejez.

ÍNDICE

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